Los descubrimientos antropofísicos obtenidos de los restos óseos procedentes de la cueva de la Sepultura en Tula, Tamaulipas, plantean preguntas sobre la existencia de otros cráneos dolicoides que han sido reportados en la Sierra de Tamaulipas, específicamente al sureste del estado en el municipio de González en el sitio de San Antonio Nogalar, ejido de la Torrecilla. Según consta el dato arqueológico, aquí se tiene la presencia de sitios con arquitectura de piedra del complejo Pueblito, afines a los ubicados sobre este conjunto de elevaciones al norte como El Sabinito en el municipio Soto la Marina, similares también a los de la Sierra Madre Oriental registrados con los nombres de San Antonio de las Ruinas y Balcón de Montezuma en el municipio de Victoria (Nárez 1992; Ramírez 2007). Este tipo de morfología craneal fue descrita por primera vez a mediados de los 70´s del siglo XX a partir de las excavaciones que hizo el arqueólogo de la Misión Francesa Guy Stresser-Pean, importante estudioso de la región Huasteca, donde el antropólogo físico Arturo Romano determinó una estrecha relación biológica con los grupos dolicoides de la Candelaria y las poblaciones del norte, sur, oeste y centro de Texas (Romano Pacheco 2005; Romano et al. 2005; Stresser-Pean 1977). Lo anterior resulta sugerente, pues este tipo de morfología craneal ha sido localizada también hacia la costa del Golfo en el municipio de Altamira, donde se reportan asociados a grupos con arquitectura de tierra en el sitio Lomas del Real, es decir, dentro de la Huasteca tamaulipeca para el Formativo (Velasco 2008). La importancia de estas investigaciones, reside en que para el área se proporcionan las primeras evidencias de vínculos bioculturales de poblaciones de Aridoamérica con las poblaciones de Mesoamérica septentrional, lo cual sugiere que movimientos de poblaciones del Altiplano del norte en el Formativo, están contribuyendo al desarrollo local de los diferentes complejos culturales sedentarios con arquitectura de piedra y tierra en Tamaulipas, que según consta la evidencia arqueológica, en la zona de la sierra pudo darse a partir del 2000 a. C., así como en la zona baja del Pánuco alrededor del 1700 a. C., (Merino et al. 1987, 1997, 2004; Merino et al. 2002). En este sentido, dichos datos ayudan a comprender mejor las investigaciones realizadas en los años 50´s del siglo pasado en el municipio de Ocampo (colindante con Tula al oeste) por el arqueólogo norteamericano Richard MacNeish, quien excavó una serie de cuevas que en 1937 habían sido previamente exploradas por Javier Romero y Juan Valenzuela, donde quedó por primera vez evidenciada la adopción local de plantas domesticadas y el posterior desarrollo de una economía mixta de forrajeo-agricultura que persistió durante varios milenios hacia la zona de la Sierra Madre Oriental y Sierra de Tamaulipas (MacNeish 1998; Romero et al. 1945). Actualmente en la cueva Escondida, ubicada en el cañón de las Láminas en la Sierra Madre Oriental, hemos localizado una concentración de materiales arqueológicos diversos y restos óseos humanos esqueletizados y momificados que por sus características y temporalidades son incluidos en este tipo de sitios, por lo que profundizar su estudio y comparación multidisciplinaria es fundamental para esclarecer el tipo de relaciones bioculturales entre las poblaciones del noreste de México.