Proyecto el gran Nayar: desde el río Santiago hasta el río Gila en el noroccidente mexicano [2019]
OBJETIVO GENERAL
Indagar las formas rituales de diversos grupos autóctonos que componen el Noroccidente de México, específicamente, las Semanas Santas de los coras y huicholes, en el Gran Nayar, y de los mayos y yaquis, del Noroeste, así mismo, se pretende estudiar el papel desempeñado por la práctica del telar de cintura y de la partería entre mujeres y especialistas rituales de los coras y huicholes. En definitiva, este proyecto tiene por objetivo contribuir al estudio sobre la ritualidad de los mayos y yaquis como sistema integrado al Noroccidente (coras, huicholes, mexicaneros y tepehuanos), y de ahí en adelante a comprender que quizá la zona cahíta, junto con sus vecinos, configuren un campo de estudio etnológico, cuyo enfoque es distinto al de las áreas culturales (De Josselin de Jong, 2008 [1935]; De Josselin de Jong, 1980, 1984a y 1984b; Urton, 1996; Jáuregui, 2008), cuyo enfoque es distinto al de las áreas culturales.
ANTECEDENTES
Los pueblos indígenas que componen el Noroccidente mexicano, entre ellos los coras y cahítas (mayos y yaquis), no han sido abordados adecuadamente, debido a que no se ha puesto en perspectiva el grupo de transformaciones del que emanan sus respectivas mitologías (narraciones verbales, procesos rituales, parafernalia, técnicas, entre otros). En primer lugar, los trabajos incluidos en el libro Performing the Renewal of Community: Indigenous Easter Rituals in North Mexico and Southwest United States (Spicer y Crumbrine, editores, 1997) manifiestan la pertinencia de un análisis comparativo desde los huicholes y coras, hasta los ópatas y pápagos. Por otra parte, los estudios de Jáuregui (1999; 2008; 2014) y demás especialistas que han abordado las Semanas Santas del Gran Nayar (véase Reyes y Oseguera, editores, 2016), han puesto en claro la necesidad de llevar a cabo un estudio comparativo entre todos los grupos étnicos y comunidades de esta macroregión para lograr a una mutua comprensión. Las representaciones rituales de los grupos indígenas del Noroccidente mexicano forman parte del sistema de transformaciones de la macroescuela de teatro amerindio, que se extiende por la vertiente del Pacífico desde el valle de Atemajac (Jalisco) y el Cañón de Juchipila (Zacatecas) hasta Arizona (Jáuregui, 2015). El propio Steward (1930) elaboró un estudio sobre el Trickster o "payaso sagrado", en el cual sostuvo que la difusión de este personaje a otras parte de América del Norte tuvo como epicentro el área correspondiente al Suroeste de Estados Unidos y el Noroeste de México, bajo dos modalidades de este bufón sagrado: ya sea como un grupo de personas en la cual se combina la comicidad y el simbolismo de las armas, o bien como una persona encargada de provocar la risa (por cierto, ambos tipos de personajes rituales presentes entre los cahítas y los coras y huicholes). Uno de los trabajos pioneros que contribuyeron a su conceptualización corresponde justamente a Parsons y Beals (2016 [1934]), quienes abordaron un estudio sobre los bufones sagrados entre los indios pueblo y los mayos y yaquis. En particular, para el caso de la música y el ritual se puede citar el trabajo de Varela (1986 [1982]), quien demostró la pertinencia del estudio comparativo entre los yaquis, por ella estudiados y el caso huichol. De ahí que el intercambio de miradas sobre las formas rituales y aspectos de ciertos personajes rituales, podrán arrojar luz con respecto a la participación de los grupos étnicos de referencia en contextos semejantes en el contacto con lo sagrado. En segundo lugar, como una necesidad epistemológica, este programa de investigación pretende superar los estudios de "áreas culturales". Una buena parte de los trabajos antropológicos que han abordado las formas simbólicas de los mayos y los yaquis se han limitado al contexto regional pues, supuestamente, las formas de conformación históricas fueron distintas a las de los grupos asentados allende el Trópico de Cáncer (Olmos, 2011: 38). Sin embargo, ya en 1954 Beals recomendaba alejarse "de la aproximación relativamente estéril que intenta establecer una frontera alrededor de una serie de culturas y llamarla un área" (2008 [1954]: 92). Esto, quizá, no tendría mayor relevancia de no ser porque esta perspectiva ha hundido sus raíces no únicamente en la manera de concebir el trabajo de campo y la elaboración epistemológica del dato etnográfico. Sobre todo, después de la reivindicación ya algo añeja del papel desempeñado por la etnografía en la reconceptualización de la teoría antropológica, y con relación a la forma de ejercer el método etnográfico (una de cuyas propuestas fue justamente la perspectiva multifocal) (Marcus y Fisher, 2000 [1986]). Es decir, sólo si empezamos por cambiar nuestro modo de pensar con respecto al contexto histórico y cultural de los grupos indígenas del Noroccidente mexicano, será posible proponer nuevos horizontes de referencia alternos a los que se ha venido considerando en la literatura mexicanista. Gran parte de esta deficiencia se deriva de la idea de comprender cada provincia o subárea en tanto frontera y no como puentes que se configuran en un gran corredor cultural (Beals, 2011 [1932]). Se recordará que para este autor una provincia no define en lo absoluto, pues sólo se trata de índices estadísticos (por ejemplo, la presencia histórica del maíz está ampliamente documentada desde los mayas hasta los indios pueblo, sin una ausencia total de la gramínea entre los pueblos autóctonos habidos entre ambos). De modo que ahí donde se presenta una mayor afluencia de provincias, tal como sucede con la vertiente del Pacífico con respecto a la del Centro, no sólo se trate de cualquier corredor cultural, sino del más importante para la comunicación e intercambio entre los pueblos indígenas asentados en América del Norte y Centroamérica, pasando justamente por los cahítas y grupos vecinos (Beals, ibid.: 65; Jáuregui, 2017).
DESCRIPCIÓN
Dentro de esta investigación a largo plazo, y que consideramos estructural para comprender la complejidad del Noroccidente mexicano, destacan otras acordes con las funciones correspondientes al INAH (la línea de investigación sobre Los pueblos indígenas de México: diversidad cultural, discriminación y desigualdad social?), las cuales se presentan como coyunturales. Nos referimos, en particular, a los temas relacionados con la patrimonialización del pajkola y la partería entre las mujeres indígenas del Gran Nayar. En ambos estudios se revelan los encuentros y las divergencias entre las sociedades indígenas y las políticas del Estado en materia de protección al patrimonio y los sistemas de salud. Especialmente cuando se trata de instituciones vivas ampliamente imbricadas con la persistencia de los cahítas y los grupos indígenas del Gran Nayar. Con respecto al primer caso, sugerimos que la patrimonialización del pajkola debe tratarse de una política institucional ampliamente discutida entre los especialistas rituales indígenas que componen el pajko: mayos, mayos de Sinaloa, yaquis, guarijíos y tarahumaras. En todo caso, dicha iniciativa debe acompañarse de un estudio pormenorizado que incluya no sólo al especialista ritual en sí, sino al mismo ceremonial del cual es protagonista. En este sentido, el estudio presenta, por una parte, un análisis político sobre el proceso de patrimonialización que se está promoviendo actualmente por algunas instancias gubernamentales y, segundo, aborda un estudio etnológico sobre la institución del pajko. En el caso del estudio de las parteras indígenas coras y huicholas y su relación con el sistema de salud mexicano, efectuamos una descripción de las prácticas terapéuticas y el sistema de creencias en torno al parto y la figura de la partera, así como con respecto a los procesos de salud-enfermedad locales. A partir de ello, se busca poner en contraste la terapéutica indígena con las formas de atención médica estatal (medicina occidental). Actualmente, en la comunidad cora de Jesús María, Nayarit, las parteras no sólo operan bajo el tratamiento de las formas locales de la comunidad, sino que desde hace algunos años un grupo de médicos tradicionales están siendo capacitados, y certificados por el sistema de salud oficial. Aun cuando se trata especialmente de mujeres indígenas (parteras), su inserción en el Hospital Mixto no ha derivado en experiencias interculturales óptimas para el tratamiento de los partos, ni ha sido motivo para fortalecer la imagen de la partera (Jáuregui, 2004). Por el contrario, la figura de la partera continúa manteniendo una posición de subordinación con respecto al médico profesional; además, el servicio de salud tampoco les ha representado un mejor tratamiento adecuado de atención médica. De esta manera, el tratamiento del parto en el hospital es la primera opción, mientras que las parteras se limitan a ayudar en los cuidados del periodo del embarazo, pero no durante el trabajo de parto. Por otro lado, consideramos que desde esta perspectiva el estudio de los textiles podrá arrojar nuevos resultados a través de la comparación entre quienes comparten ese campo de estudio etnológico. En México el estudio de mayor aporte al conocimiento de esta práctica ha sido realizado por Schaefer (2002; 2003; 2012). La autora analiza el tejido en relación con la espacialidad, el tiempo y el peregrinaje huichol. Desde nuestra perspectiva consideramos al tejido como un potente articulador con otros ámbitos sociales. Tal articulación se debe a que [tanto] el arte como la sociedad responden a los mismos principios estructurales (Adams, 1980: 219). Uno de los postulados de los que partimos es el principio asimétrico o tríadico, el cual se refiere al pensamiento binario que es expresado en la estructura social y el arte (Lévi Strauss, 1977 [1944]: 119-150). Aunque pareciera un modelo estático, en realidad este principio define la relación siempre a mitades asimétricas y con posibilidad de transformarse en un triadismo. De acuerdo con Jáuregui estas transformaciones se pueden ir multiplicando, o bien sintetizando (2003: 282). Del mismo modo, este principio ha sido retomado para analizar la cultura cora en diferentes ámbitos como el mitote (Guzmán, 2002), el sistema de cargos (Valdovinos, 2002a), la Semana Santa y la fiesta de las Pachitas (Jáuregui, 2003: 253-282) dando como resultado la visibilidad de la dinámica de este principio en diferentes ámbitos sociales. Por esta razón, consideramos de suma importancia retomar este principio para el análisis de los textiles. Tal patrón nos permitirá tender puentes entre el tejido en telar de cintura y otras expresiones sociales. El estudio del morral entre los coras se encuentra en una fase incipiente. Por ahora se cuenta únicamente con un trabajo exploratorio sobre la evolución de las técnicas de tejido y un muestrario de puntadas (Valdovinos 2002b, 2014). Cabe mencionar que la diversidad de técnicas y motivos son de gran valía pues se cuenta con una de las técnicas más antiguas como es el sprang (Hernández 2016a; 2016b) y a la vez con técnicas novedosas y de mayor complejidad como el tejido cuádruple o quíntuple que hasta la fecha no se han registrado. Por otro lado, sus diseños están presentes en pinturas murales y petrograbados de Nayarit, Sinaloa y Sonora. Es por eso que es necesario realizar un estudio a largo plazo desde una perspectiva comparativa en la cual se dé cuenta de las fibras, técnicas, iconografía, uso y función de los morrales. Además, se debe tomar en cuenta las historias de vida y el contexto de quienes continúan en esta labor.
NOTAS
- Descripción de actividades: Investigar las formas rituales de diversos grupos autóctonos que componen el Noroccidente de México, específicamente, las Semanas Santas de los coras y huicholes, en el Gran Nayar, y de los mayos y yaquis, del Noroeste, así mismo, se pretende estudiar el papel desempeñado por la práctica del telar de cintura y de la partería entre mujeres y especialistas rituales de los coras y huicholes.
Folio SIP
14783
Fecha de inicio
2015-01-01
Fecha de término
2019-12-31
Categoría
Unidad Administrativa
Área normativa