Este proyecto surge del ahora denominado Seminario de Arqueología de Occidente (SAO) de la Dirección de Salvamento Arqueológico, en el que se organizan actividades que enfatizan, entre otras acciones, el impulso a la participación en investigaciones conjuntas de estudiosos de diversas disciplinas. Derivado de lo anterior y de labores iniciales conjuntas realizadas durante 2017, investigadores adscritos al SAO, uno de ellos en concreto en el Laboratorio de Rayos X en la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, impulsaron la presente investigación acerca de la obsidiana arqueológica y geológica en el área de Zinapécuaro-Ucareo, Michoacán. En este estudio se privilegiará la definición de indicadores naturales y culturales, identificación de evidencias de actividad humana y procesos geológicos, sus características, su ubicación en el proceso histórico y cultural concreto, además de la determinación de las implicaciones de su presencia en espacios y tiempos específicos. Un segundo momento se inclinará por el análisis del posible tránsito de ideas y conceptos simbólicos a larga distancia o que eventualmente pudieran significar una simple coincidencia. Las evidencias culturales en los afloramientos de obsidiana han sido investigadas, desde el punto de vista arqueológico, principalmente por Cárdenas (1990), Healan (1990b) y Pulido et al (1995, 1996). Es bien conocida la relevancia de la obsidiana como materia prima base en la elaboración de artefactos útiles en diversos aspectos de la vida cotidiana de numerosas culturas. Esta relevancia es destacada en México por Pastrana (2007), quien subraya las características naturales de la obsidiana, las cuales le otorgan "dureza, tenacidad y fractura concoidea en dirección predecible, adecuada para la elaboración de instrumentos por medio de técnicas de percusión, presión y pulido" (op. cit.: 21), y llegó a tal grado que subraya que "La obsidiana de sendos imperios jugaron un papel importante en la producción de artefactos militares y la colonización de regiones distantes" (op. cit.: 42). Así mismo, Cobean (2002) y Pastrana (2007) señalan la existencia de yacimientos de obsidiana en gran parte del territorio mexicano. De manera específica, Cobean (op. cit.) menciona la presencia de talleres de obsidiana para el Occidente de México, de los que hace énfasis en los ubicados en la zona de Tequila, Magdalena y Teuchitlán, todos ellos en el estado de Jalisco, Ixtlán del Río, Nayarit, y para Michoacán los registrados en Ucareo-Zinapécuaro. Por su parte Pastrana (op. cit.), refiere talleres de obsidiana que se ubican en la parte central del Cinturón Volcánico Transmexicano, como los de La Sierra de las Navajas, Otumba, Tulancingo y Zacualtipan, en el estado de Hidalgo, Paredón-Tecocomulco entre Hidalgo y Puebla, las minas del Pico de Orizaba, Veracruz y, los de Zináparo, Cerro Prieto, Zacapu y Zinapécuaro-Ucareo en el estado de Michoacán. En concreto de Zinapécuaro-Ucareo, Pastrana (op. cit.) señala que se ubica en un área de domos riolíticos y derrames de lava, correspondientes a la caldera de los Azufres, donde se registraron dos eventos volcánicos que en parte se superpusieron. En contraste, Healan (1998) y Robert Cobean (2002) señalan la existencia de tres flujos de obsidiana en el área, a saber: "Zinapécuaro", localizado debajo y al sur de la ciudad de Zinapécuaro; "Cruz Negra", a seis kilómetros al noroeste de la misma ciudad y "Ucareo", que se distribuye en torno a la actual población, con composiciones químicas que difieren entre sí. Tras realizar análisis de elementos traza, encuentran que muchos de los materiales que se habían reportado como procedentes de Zinapécuaro en realidad lo son de Ucareo, con obsidianas a las que caracterizan como de color gris oscuro traslúcido con bandas finas paralelas de color gris o, con textura nubosa sin bandas.