Premio
2021
Director de trabajo: Yohanna Lozoya Meckes
Memoria y patrimonio desde el giro afectivo. Despojo, destrucción y defensa como experiencias afectivo emocionales de lo urbano arquitectónico
La tesis de maestría “Memoria y Patrimonio desde el giro afectivo: despojo, destrucción y defensa como experiencias afectivo emocionales de lo urbano arquitectónico” complejiza la noción de patrimonio y de patrimonio industrial a partir de la memoria obrera de quienes habitaron las ex fábricas textiles o trabajaron en ellas. Desde allí, propone nuevos criterios para pensar y valorar el patrimonio industrial rescatando su dimensión antropológica y su dimensión vivida.
Patrimonio no es un concepto neutral, implica una disputa entre memorias. La investigación arquitectónica del patrimonio en México ha privilegiado el estudio de la memoria como producto del discurso simbólico, omitiendo el estudio de la memoria como producto de la experiencia sensible. Más allá de los símbolos: emociones, afectos y sensibilidades son intensidades que también entran en disputa. Y son las memorias sensibles de los actores con menos poder las que a menudo quedan ocultas por el mercado y las instituciones que participan en la gestión patrimonial.
Desde el año 2000 las fábricas porfirianas que conforman el patrimonio industrial textil de México han sido blanco de destrucción perpetrada por grupos de poder para su beneficio económico. En el barrio obrero de San Bruno (Xalapa, Veracruz) la destrucción ha provocado sentimientos ambiguos de melancolía, repulsión, culpa y empatía como nuevas normas emocionales que reorganizan los lazos sociales entre los habitantes que integran esta comunidad. El fenómeno descrito no alcanza a ser explicado desde el discurso simbólico que entiende al edificio arquitectónico como un conjunto de materia inerte depositario de valores –estéticos, históricos, culturales, sociales– que lo vuelven patrimonio. Siguiendo este argumento, la destrucción pone en riesgo únicamente estos valores. En cambio, visualizar lo arquitectónico desde su capacidad de afectar significa repensar al edificio patrimonial como resultado de una red de interrelaciones –hápticas, emocionales, sensoriales, experienciales–, dentro de la cual el cuerpo humano queda ensamblado. Luego, la destrucción es sentida con el cuerpo. Ello desestabiliza e impone nuevos retos al trabajo de gestión patrimonial más allá de la mera valoración edilicia.
Visualizar patrimonio a partir del cuerpo, es decir, trayendo a un primer plano su dimensión antropológica, abre la posibilidad a la emergencia de un proyecto ético-político que guíe el trabajo museográfico y las intervenciones arquitectónicas del patrimonio industrial. Materiales, fotografías, narrativas, recorridos, escombros, deben ser pensados desde su capacidad de afectar, de tal forma que potencien el reconocimiento de las memorias, subjetividades y modos de vida que a la par, corren el riesgo de ser destruidos.
Patrimonio no es un concepto neutral, implica una disputa entre memorias. La investigación arquitectónica del patrimonio en México ha privilegiado el estudio de la memoria como producto del discurso simbólico, omitiendo el estudio de la memoria como producto de la experiencia sensible. Más allá de los símbolos: emociones, afectos y sensibilidades son intensidades que también entran en disputa. Y son las memorias sensibles de los actores con menos poder las que a menudo quedan ocultas por el mercado y las instituciones que participan en la gestión patrimonial.
Desde el año 2000 las fábricas porfirianas que conforman el patrimonio industrial textil de México han sido blanco de destrucción perpetrada por grupos de poder para su beneficio económico. En el barrio obrero de San Bruno (Xalapa, Veracruz) la destrucción ha provocado sentimientos ambiguos de melancolía, repulsión, culpa y empatía como nuevas normas emocionales que reorganizan los lazos sociales entre los habitantes que integran esta comunidad. El fenómeno descrito no alcanza a ser explicado desde el discurso simbólico que entiende al edificio arquitectónico como un conjunto de materia inerte depositario de valores –estéticos, históricos, culturales, sociales– que lo vuelven patrimonio. Siguiendo este argumento, la destrucción pone en riesgo únicamente estos valores. En cambio, visualizar lo arquitectónico desde su capacidad de afectar significa repensar al edificio patrimonial como resultado de una red de interrelaciones –hápticas, emocionales, sensoriales, experienciales–, dentro de la cual el cuerpo humano queda ensamblado. Luego, la destrucción es sentida con el cuerpo. Ello desestabiliza e impone nuevos retos al trabajo de gestión patrimonial más allá de la mera valoración edilicia.
Visualizar patrimonio a partir del cuerpo, es decir, trayendo a un primer plano su dimensión antropológica, abre la posibilidad a la emergencia de un proyecto ético-político que guíe el trabajo museográfico y las intervenciones arquitectónicas del patrimonio industrial. Materiales, fotografías, narrativas, recorridos, escombros, deben ser pensados desde su capacidad de afectar, de tal forma que potencien el reconocimiento de las memorias, subjetividades y modos de vida que a la par, corren el riesgo de ser destruidos.