Premio compartido
2022
Director de trabajo: Ingrid Kummels
Tejiendo archivos lat(i)entes: Tensiones entre Patrimonio cultural y memoria comunitaria, Teotitlán del Valle, Oaxaca
La intención de esta investigación se remite hace más de 11 años cuando viví por algunos meses en la comunidad de Teotitlán del Valle, Oaxaca mientras restauraba junto con unos colegas de la ENCRyM un par de textiles antiguos que formaban parte de la colección del museo comunitario Balaa Xtee Guech Gulal, sin embargo, tenían que pasar algunos años para reencontrarme nuevamente con este espacio, esta vez para abordar desde la perspectiva antropológica las distintas formas en que se manifiestan las tensiones entre el patrimonio cultural y la memoria colectiva dentro y fuera del Museo Comunitario en Teotitlán del Valle, además de identificar algunos de los actores involucrados y el papel que juegan dentro de la vida cultural local.
Decidí partir de Oaxaca, una entidad al sur de México sostenida por un entramado complejo de memorias colectivas que sumergida en el voraz capitalismo y en un intento por esquivar su aniquilamiento, se ha transfigurado al ritmo de la globalización. Una de las comunidades que ejemplifica eso es Teotitlán del Valle, un lugar que desde los años 60’s sería reconocido a nivel mundial como uno de los sitios emblemáticos del patrimonio cultural oaxaqueño. Además de la famosa “Danza de la pluma”, dentro de sus principales distintivos esta su actividad textil, donde múltiples talleres familiares se han especializado en la elaboración de tapetes de lana tejidos en telar de pedales. Su riqueza cultural han llevado a Teotitlán a depender fuertemente del turismo por lo que ha habido un gran interés por el rescate del pasado, la conservación de sus memorias vivas y tradiciones culturales, obligando a que el patrimonio cultural local se convierta en una puesta en escena con fines mercantiles para la gente externa que visita la comunidad, condenando a que la tradición se convierta en algo intocable. Durante la década de los 90 's con el “boom” que tuvieron los museos comunitarios en México se inaugura en la localidad el museo Balaa Xte Guech Gulal (1994) uno de los primeros en el país. Para su conformación se invitó a los habitantes del pueblo para que hicieran la donación de objetos arqueológicos que poseían en sus casas, con el incentivo de que estos pasarían a formar parte de la exposición. Este acto hizo que cambiaran los modos de apropiación, ya que cuando estos archivos traspasaron las puertas del Museo se les asignó un número de inventario para ser registrados dentro de la categoría de Patrimonio cultural. De haber sido “cotidianos y familiares” pasaban a ser “sacros y venerados”, pues aunque dentro del museo los objetos arqueológicos seguían representando aquel valioso pasado, con estar dentro de una vitrina, automáticamente se les otorgaba un velo patrimonial que los solemnizaba y convertía en elementos intocables, de ahí que actualmente este espacio es muy poco visitado por la gente local quedando sólo para los turistas. A pesar de eso, resulta interesante que últimamente a nivel local han surgido propuestas innovadoras por parte de jóvenes artistas quienes han comenzado a apropiarse de los potenciales discursos que las expresiones tradiciones locales habían resguardado; encontrado canales fuera del espacio “museo”, donde las memorias fluyen-transmutan en forma de “archivos” varios, que muchas veces ignoran las rígidas normativas de almacenamiento, clasificación o producción que definen al denominado Patrimonio cultural.
Ayudándome de metodologías como la etnografía multilocal y antropología de archivo, recorrí diversos sitios (el Centro Cultural Comunitario CCCTV, talleres familiares, casas particulares, congresos de museología y algunos perfiles en redes sociales, etc.), logrando identificar distintas formas auténticas de relacionalidad con el patrimonio y las memorias locales ejemplificadas en forma de archivos varios que resguardan ventanas de realidad, mismas que algunas veces cuestionan, confrontan y recrean los discursos oficiales. Los archivos materializan y vuelven legibles las distintas concepciones que el patrimonio cultural y las memorias locales tienen para cada uno de los actores, son también tecnologías flexibles que según su forma, contenido y uso, adquirirán diversos adjetivos (personales, familiares, insurgentes, palimpsestos, multidiversos, comunitarios, oficiales, digitales etc.). Todos ellos existen y conviven simultáneamente, funcionan como repositorios que hacen uso de los diferentes soportes, desde los más clásicos, hasta las infraestructuras más actuales como las redes sociales. De ahí que haya titulado a esta investigación con el término de archivos “lat(i)entes”, basándome en dos conceptos “latiente y latente”, el primero inspirado en “latencia”, algo oculto que en apariencia no está activo; y el segundo, que viene de “latido”, relacionado con el corazón, órgano que en la cosmovisión mexica era donde se almacenaba la memoria, también haciendo referencia a que están vivos y laten, pero que muchas veces parecieran ocultos y ausentes, como si el velo de la cotidianidad los hubiera llevado a fundirse en los paisajes, historias y caminos conocidos, pasando casi desapercibidos.
Aunque esta vez se trata de un estudio de caso cuyo foco fue el museo comunitario; considero que este trabajo ayudó a ejemplificar lo complejo que puede resultar el entramado de actores que participan alrededor del tema patrimonial y las implicaciones que sus perfiles e intereses particulares tienen en los proyectos que se llegan a emprender. Así mismo, además de mostrar la evolución y flexibilidad que este concepto tuvo desde los años 90’s la creación del Museo Comunitario hasta el presente y dentro del panorama actual de Teotitlán del Valle, este trabajo pretende ser un incentivo para replantearnos nuevas formas de mirar el patrimonio cultural, abordando las disputas internas, los relatos individuales, las realidades y verdaderas necesidades locales, sin considerar los alcances que los mismos museos, el arte, los medios digitales, los saberes locales y los archivos personales o comunitarios pueden tener para cohesionar socialmente e imaginar alternativas que desde lo local hagan frente a la crisis global.
Decidí partir de Oaxaca, una entidad al sur de México sostenida por un entramado complejo de memorias colectivas que sumergida en el voraz capitalismo y en un intento por esquivar su aniquilamiento, se ha transfigurado al ritmo de la globalización. Una de las comunidades que ejemplifica eso es Teotitlán del Valle, un lugar que desde los años 60’s sería reconocido a nivel mundial como uno de los sitios emblemáticos del patrimonio cultural oaxaqueño. Además de la famosa “Danza de la pluma”, dentro de sus principales distintivos esta su actividad textil, donde múltiples talleres familiares se han especializado en la elaboración de tapetes de lana tejidos en telar de pedales. Su riqueza cultural han llevado a Teotitlán a depender fuertemente del turismo por lo que ha habido un gran interés por el rescate del pasado, la conservación de sus memorias vivas y tradiciones culturales, obligando a que el patrimonio cultural local se convierta en una puesta en escena con fines mercantiles para la gente externa que visita la comunidad, condenando a que la tradición se convierta en algo intocable. Durante la década de los 90 's con el “boom” que tuvieron los museos comunitarios en México se inaugura en la localidad el museo Balaa Xte Guech Gulal (1994) uno de los primeros en el país. Para su conformación se invitó a los habitantes del pueblo para que hicieran la donación de objetos arqueológicos que poseían en sus casas, con el incentivo de que estos pasarían a formar parte de la exposición. Este acto hizo que cambiaran los modos de apropiación, ya que cuando estos archivos traspasaron las puertas del Museo se les asignó un número de inventario para ser registrados dentro de la categoría de Patrimonio cultural. De haber sido “cotidianos y familiares” pasaban a ser “sacros y venerados”, pues aunque dentro del museo los objetos arqueológicos seguían representando aquel valioso pasado, con estar dentro de una vitrina, automáticamente se les otorgaba un velo patrimonial que los solemnizaba y convertía en elementos intocables, de ahí que actualmente este espacio es muy poco visitado por la gente local quedando sólo para los turistas. A pesar de eso, resulta interesante que últimamente a nivel local han surgido propuestas innovadoras por parte de jóvenes artistas quienes han comenzado a apropiarse de los potenciales discursos que las expresiones tradiciones locales habían resguardado; encontrado canales fuera del espacio “museo”, donde las memorias fluyen-transmutan en forma de “archivos” varios, que muchas veces ignoran las rígidas normativas de almacenamiento, clasificación o producción que definen al denominado Patrimonio cultural.
Ayudándome de metodologías como la etnografía multilocal y antropología de archivo, recorrí diversos sitios (el Centro Cultural Comunitario CCCTV, talleres familiares, casas particulares, congresos de museología y algunos perfiles en redes sociales, etc.), logrando identificar distintas formas auténticas de relacionalidad con el patrimonio y las memorias locales ejemplificadas en forma de archivos varios que resguardan ventanas de realidad, mismas que algunas veces cuestionan, confrontan y recrean los discursos oficiales. Los archivos materializan y vuelven legibles las distintas concepciones que el patrimonio cultural y las memorias locales tienen para cada uno de los actores, son también tecnologías flexibles que según su forma, contenido y uso, adquirirán diversos adjetivos (personales, familiares, insurgentes, palimpsestos, multidiversos, comunitarios, oficiales, digitales etc.). Todos ellos existen y conviven simultáneamente, funcionan como repositorios que hacen uso de los diferentes soportes, desde los más clásicos, hasta las infraestructuras más actuales como las redes sociales. De ahí que haya titulado a esta investigación con el término de archivos “lat(i)entes”, basándome en dos conceptos “latiente y latente”, el primero inspirado en “latencia”, algo oculto que en apariencia no está activo; y el segundo, que viene de “latido”, relacionado con el corazón, órgano que en la cosmovisión mexica era donde se almacenaba la memoria, también haciendo referencia a que están vivos y laten, pero que muchas veces parecieran ocultos y ausentes, como si el velo de la cotidianidad los hubiera llevado a fundirse en los paisajes, historias y caminos conocidos, pasando casi desapercibidos.
Aunque esta vez se trata de un estudio de caso cuyo foco fue el museo comunitario; considero que este trabajo ayudó a ejemplificar lo complejo que puede resultar el entramado de actores que participan alrededor del tema patrimonial y las implicaciones que sus perfiles e intereses particulares tienen en los proyectos que se llegan a emprender. Así mismo, además de mostrar la evolución y flexibilidad que este concepto tuvo desde los años 90’s la creación del Museo Comunitario hasta el presente y dentro del panorama actual de Teotitlán del Valle, este trabajo pretende ser un incentivo para replantearnos nuevas formas de mirar el patrimonio cultural, abordando las disputas internas, los relatos individuales, las realidades y verdaderas necesidades locales, sin considerar los alcances que los mismos museos, el arte, los medios digitales, los saberes locales y los archivos personales o comunitarios pueden tener para cohesionar socialmente e imaginar alternativas que desde lo local hagan frente a la crisis global.