Mención honorífica compartida
2023
Director de trabajo: Margarita Estrada Iguíniz
Mujeres, cal y arena. Politicidad en el trabajo de mujeres en el sector de la construcción en México y Bolivia. Aportes desde la antropología feminista del trabajo
El objetivo de esta tesis fue analizar, desde la antropología feminista del trabajo, las formas de politicidad en el trabajo de mujeres que se insertan en el sector de la construcción en dos núcleos metropolitanos latinoamericanos: las capitales de México y Bolivia.
He propuesto la pertinencia de una antropología feminista del trabajo, en la que recojo las principales contribuciones de dos campos de la perspectiva crítica en las ciencias sociales: la antropología latinoamericana del trabajo y la teoría feminista, especialmente los aportes de los feminismos negros y comunitarios. La experiencia en torno al trabajo opera como una instancia que condensa múltiples determinaciones históricas y espaciales. Una de las apuestas de este posicionamiento es analizar el trabajo desde las experiencias de las mujeres, entendiendo que estas se constituyen en la dinámica cotidiana de los lugares de trabajo en concreción dialéctica con otras dimensiones espacio-temporales.
En este trabajo visibilicé cómo la industria de la construcción aprovecha activamente las diferencias regionales en los regímenes políticos de sexo-género y raciales para estructurar las relaciones de clase. Asimismo, centrarme en un momento de transformaciones de los sentidos y prácticas en torno al trabajo a partir del ingreso de mujeres en un sector laboral históricamente masculinizado me permitió analizar de modo privilegiado las tensiones de poder generadas y la creación de desigualdades, a la par que abordar las resistencias y las estrategias organizativas que despliegan.
En su cotidianidad las mujeres desarrollan múltiples actividades, en espacios productivos como el sector de la construcción, al mismo tiempo, en espacios de restitución de la fuerza de trabajo (hogares, comunidades), y en sus lugares de origen en el caso de Bolivia, en sus barrios y colonias en el caso mexicano. Además de múltiples espacios, este proceso condensa múltiples temporalidades, en el que se conjugan elementos de significación del trabajo de estructuraciones coloniales, otras más vinculadas al período republicano y liberal -asociadas a principios de la ciudadanía moderna-, y otras que impuso específicamente el modelo neoliberal en cada país y las reconfiguraciones del carácter del Estado en las últimas décadas.
Al tiempo que se construye identidad de género en el trabajo de la construcción, se producen, de modo simultáneo y bajo entramados específicos, procesos de racialización y etnificación de la fuerza de trabajo, que configura de manera permanente un sujeto de la clase trabajadora, que en este caso adquiere características novedosas. Así como en México observé procesos de generización más radicales, en Bolivia reconozco que la pertenencia étnica y los procesos de racialización etnificada de las trabajadoras, genera mayor inclusión de las mujeres aymaras en sectores laborales históricamente masculinizados. En cuanto a las respuestas, modos de organizarse y formas de politicidad, identifiqué que en Bolivia las mujeres obreras recurren a elementos de la tradición campesina comunitaria para generar una asociatividad en clave sindical comunitaria. En México, en cambio, los vínculos con las comunidades de origen se expresan más debilitados, y las redes se crean en torno a una organicidad barrial, de amistad y parentesco entre mujeres, la mayoría vecinas entre sí, que les permite crear estrategias en torno a las desigualdades sociales y particularmente, enfrentar la violencia en los lugares de trabajo.
He propuesto la pertinencia de una antropología feminista del trabajo, en la que recojo las principales contribuciones de dos campos de la perspectiva crítica en las ciencias sociales: la antropología latinoamericana del trabajo y la teoría feminista, especialmente los aportes de los feminismos negros y comunitarios. La experiencia en torno al trabajo opera como una instancia que condensa múltiples determinaciones históricas y espaciales. Una de las apuestas de este posicionamiento es analizar el trabajo desde las experiencias de las mujeres, entendiendo que estas se constituyen en la dinámica cotidiana de los lugares de trabajo en concreción dialéctica con otras dimensiones espacio-temporales.
En este trabajo visibilicé cómo la industria de la construcción aprovecha activamente las diferencias regionales en los regímenes políticos de sexo-género y raciales para estructurar las relaciones de clase. Asimismo, centrarme en un momento de transformaciones de los sentidos y prácticas en torno al trabajo a partir del ingreso de mujeres en un sector laboral históricamente masculinizado me permitió analizar de modo privilegiado las tensiones de poder generadas y la creación de desigualdades, a la par que abordar las resistencias y las estrategias organizativas que despliegan.
En su cotidianidad las mujeres desarrollan múltiples actividades, en espacios productivos como el sector de la construcción, al mismo tiempo, en espacios de restitución de la fuerza de trabajo (hogares, comunidades), y en sus lugares de origen en el caso de Bolivia, en sus barrios y colonias en el caso mexicano. Además de múltiples espacios, este proceso condensa múltiples temporalidades, en el que se conjugan elementos de significación del trabajo de estructuraciones coloniales, otras más vinculadas al período republicano y liberal -asociadas a principios de la ciudadanía moderna-, y otras que impuso específicamente el modelo neoliberal en cada país y las reconfiguraciones del carácter del Estado en las últimas décadas.
Al tiempo que se construye identidad de género en el trabajo de la construcción, se producen, de modo simultáneo y bajo entramados específicos, procesos de racialización y etnificación de la fuerza de trabajo, que configura de manera permanente un sujeto de la clase trabajadora, que en este caso adquiere características novedosas. Así como en México observé procesos de generización más radicales, en Bolivia reconozco que la pertenencia étnica y los procesos de racialización etnificada de las trabajadoras, genera mayor inclusión de las mujeres aymaras en sectores laborales históricamente masculinizados. En cuanto a las respuestas, modos de organizarse y formas de politicidad, identifiqué que en Bolivia las mujeres obreras recurren a elementos de la tradición campesina comunitaria para generar una asociatividad en clave sindical comunitaria. En México, en cambio, los vínculos con las comunidades de origen se expresan más debilitados, y las redes se crean en torno a una organicidad barrial, de amistad y parentesco entre mujeres, la mayoría vecinas entre sí, que les permite crear estrategias en torno a las desigualdades sociales y particularmente, enfrentar la violencia en los lugares de trabajo.