El aislamiento de más de dos siglos en la Villa de Colima, y la poca atención que tuvieron los virreyes hacia Colima engendraron tal desorganización que ya para el último cuarto de siglo XVIII había adquirido matices muy peligrosos. Para tratar de enderezar esta situación el rey nombró en 1772 como alcalde mayor de Colima, a Miguel José Pérez Ponce de León, el cual realizó una investigación sobre las tierras y salinas del Real Patrimonio, que varios hacendados de la región se habían adjudicado ilegalmente, pues pertenecían a la corona española. Los asuntos religiosos estaban igualmente desatendidos, hizo las gestiones para que el obispo de Valladolid, Luis Fernando de Hoyos, enviara a Colima a un grupo de religiosos para cubrir las necesidades espirituales tanto de los indígenas como de las otras calidades que vivían en la provincia. Es en este momento que Colima vivió una intensa vida religiosa abrazada por las seis Cofradías existentes, motivo por el cual se estudiara hasta que punto influyeron en la vida cotidiana de los vecinos de este lugar.