Premio
2015
Premiados
Mujeres en el cambio social en el siglo XX mexicano
Este libro de María Teresa Fernández Aceves, Mujeres en el cambio social en el siglo XX mexicano, es una contribución crítica a la historia política y social de México en el siglo XX. Es decir, su aportación va más allá de un análisis de género o del papel de la mujer; en mi opinión, hace del concepto de género una necesidad a cualquier análisis histórico de este período. El libro lo componen una serie de biografías políticas y sociales de cinco mujeres: Belén de Sárraga (1872-1950), librepensadora española que vino a México para apoyar a los revolucionarios en su campaña anticlerical; Atala Apodaca (1884-1977), también luchadora en las campañas constitucionalistas que desafiaban el poder ideológico de la Iglesia; María Arcelia Díaz (1896- 1939), líder de las obreras textiles, fundadora del Círculo Feminista de Occidente y agente social efectiva dentro del Estado en la puesta en marcha de leyes a favor de las mujeres obreras; Guadalupe Martínez Villanueva (1906-2002), maestra, también fundadora del Círculo Feminista de Occidente y defensora infatigable de las obreras; y Guadalupe Urzúa Flores (1912-2004), gestora en la política social de las mujeres y la gente pobre. Estas vidas se entrecruzan en los encuentros reales, en la temática y en el marco teórico analítico de la autora.
El marco analítico es impresionante y revela las muchas lecturas trasnacionales de la autora aplicadas a su interpretación de una base de datos extensiva y profunda. El marco teórico está informado por tres argumentos. El primero es este de Joan Scott, “El género construye la política y la política construye el género”. Relacionado a esta idea es la noción de la modernización del patriarcado, una política social promovida por el Estado posrevolucionario mexicano y los procesos económicos, que representa la conexión entre la política y el género. La modernización del patriarcado significa la dignificación y empoderamiento de la mujer, la ampliación de su participación en la esfera pública a través de la racionalización de la domesticidad y los procesos reproductivos desde la medicalización del nacimiento a la formación de los niños sanos, fuertes y productivos. La tercera propuesta teórica analítica es la sugerida por Temma Kaplan y Maxine Molyneux: que se pregunta cuándo podemos decir que la actuación política social de las mujeres se articula a necesidades, dentro del patriarcado, o se vincula a demandas que verdaderamente desafían al orden patriarcal. Para mí en este libro se sostiene que, aunque estas mujeres participaron en la política y no desafiaron al dominio masculino de una manera sistemática, empujaron y lograron un grado nuevo de emancipación de la mujer, al pugnar por los derechos de la mujer, alteraron y desestabilizaron el orden patriarcal, pero no lo destruyeron.
Hay tres puntos que quiero discutir del libro. El primer punto está relacionado a la biografía como género en los estudios históricos. Por muchos años excluido de la historiografía seria, ahora ha regresado con un respeto nuevo. Desde los años cincuenta la historia social, con su énfasis en las estructuras, las formaciones sociales y los procesos a largo término, desplazó la historia de los grandes hombres. En los años ochenta, la historia social cedió a la historia cultural, a una investigación centrada en las estructuras lingüísticas y los discursos que los sujetos sociales aprenden y practican. Pero el sujeto social no únicamente repite un discurso, también es capaz de crear nuevos discursos y nuevas prácticas y con este reconocimiento, la biografía toma su poder: porque se enfoca en la relación entre el individuo y las estructuras macros que el individuo negocia. La historiadora Gabriela Spiegel sugiere una fenomenología social basada en el pensamiento de Merleau Ponty, Michel de Certeau, Anthony Giddens y Andreas Reckwita. Ella escribe:
La reevaluación del actor individual como sujeto histórico... una creencia en la percepción individual como la propia estructura del conocimiento y acción del agente en el mundo -una percepción mediada y tal vez encerrada, pero no controlada completamente por el andamiaje cultural o los esquemas conceptuales, dentro de los cuales tiene lugar.
El marco analítico es impresionante y revela las muchas lecturas trasnacionales de la autora aplicadas a su interpretación de una base de datos extensiva y profunda. El marco teórico está informado por tres argumentos. El primero es este de Joan Scott, “El género construye la política y la política construye el género”. Relacionado a esta idea es la noción de la modernización del patriarcado, una política social promovida por el Estado posrevolucionario mexicano y los procesos económicos, que representa la conexión entre la política y el género. La modernización del patriarcado significa la dignificación y empoderamiento de la mujer, la ampliación de su participación en la esfera pública a través de la racionalización de la domesticidad y los procesos reproductivos desde la medicalización del nacimiento a la formación de los niños sanos, fuertes y productivos. La tercera propuesta teórica analítica es la sugerida por Temma Kaplan y Maxine Molyneux: que se pregunta cuándo podemos decir que la actuación política social de las mujeres se articula a necesidades, dentro del patriarcado, o se vincula a demandas que verdaderamente desafían al orden patriarcal. Para mí en este libro se sostiene que, aunque estas mujeres participaron en la política y no desafiaron al dominio masculino de una manera sistemática, empujaron y lograron un grado nuevo de emancipación de la mujer, al pugnar por los derechos de la mujer, alteraron y desestabilizaron el orden patriarcal, pero no lo destruyeron.
Hay tres puntos que quiero discutir del libro. El primer punto está relacionado a la biografía como género en los estudios históricos. Por muchos años excluido de la historiografía seria, ahora ha regresado con un respeto nuevo. Desde los años cincuenta la historia social, con su énfasis en las estructuras, las formaciones sociales y los procesos a largo término, desplazó la historia de los grandes hombres. En los años ochenta, la historia social cedió a la historia cultural, a una investigación centrada en las estructuras lingüísticas y los discursos que los sujetos sociales aprenden y practican. Pero el sujeto social no únicamente repite un discurso, también es capaz de crear nuevos discursos y nuevas prácticas y con este reconocimiento, la biografía toma su poder: porque se enfoca en la relación entre el individuo y las estructuras macros que el individuo negocia. La historiadora Gabriela Spiegel sugiere una fenomenología social basada en el pensamiento de Merleau Ponty, Michel de Certeau, Anthony Giddens y Andreas Reckwita. Ella escribe:
La reevaluación del actor individual como sujeto histórico... una creencia en la percepción individual como la propia estructura del conocimiento y acción del agente en el mundo -una percepción mediada y tal vez encerrada, pero no controlada completamente por el andamiaje cultural o los esquemas conceptuales, dentro de los cuales tiene lugar.