Premio
2024
Director de trabajo: Paula López Caballero
Dinámicas de solidaridad y conflicto en la región purépecha de Michoacán: Los casos del Año Nuevo Purépecha y los procesos autonómicos de las comunidades de Nahuatzen, Sevina y Comachuén
Desde que don Abel recuerda, el pueblo de Nahuatzen siempre estuvo en tensión las localidades vecinas y dividido políticamente a su interior. “Aquí siempre hemos estado peleados”, dice, “...con los de Cherán y Sevina siempre hubo una relación tensa. Aunque éramos vecinos, los de Cherán evitaban pasar por aquí, y los de Nahuatzen no pasaban para allá.” La razón, comenta, se remonta a la fundación del pueblo de Nahuatzen en la primera mitad del siglo XVI el cual se asentó sobre terrenos de sus vecinos Sevina y Cherán los cuales fueron comprados por una señora advenediza, Nana Warhi Wap’a. Las tierras fueron abandonadas por la señora y los dejó a gente de los alrededores, quienes fundaron el pueblo hoy conocido como Nahuatzen, mismo que después se convertiría en cabecera municipal. A pesar de lo lejano de la conformación del pueblo, algunas de las disputas territoriales contemporáneas continúan haciendo alusión a este conflicto primario y no deja de ser importante en la configuración política del municipio.
Durante su estadía en Michoacán, Paul Friedrich pudo percatarse de una realidad similar. Entre sus notas registró el siguiente comentario: “Como un cínico mencionó: Hay tantos conflictos por límites y tierras como pueblos vecinos” (Friedrich citado por Ojeda Dávila
2015, párr. 3). La observación de este “cínico” registrada por Friedrich aún es vigente, pues numerosas comunidades de la región purépecha fueron catalogadas por autoridades federales y estatales como “focos rojos” para la estabilidad y gobernabilidad del estado (Vázquez León et al. 2006; Vázquez León 2016).
Al respecto de estas observaciones son ilustrativas las conclusiones del estudio realizado en años recientes por investigadores del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM en donde registraron información sobre los conflictos forestales y territoriales en la región conocida como la meseta purépecha en un periodo de 10 años (2004-2014):
No solo existen conflictos al exterior, con comunidades vecinas, también los conflictos internos son constantes. Al respecto también Friedrich (1962) registró una intensa situación de antagonismo político que a menudo resultaba en actos violentos y homicidios entre grupos faccionales. Sobre lo anterior, don Abel recuerda que en tiempos de sus abuelos el pueblo estuvo dividido entre sinarquistas y agraristas. La división tenía expresión geográfica; al norte del pueblo se encontraban los sinarquistas y al sur los agraristas, cada grupo con su propio ayuntamiento. Aunque ya no hay sinarquistas ni agraristas, dice don Abel, el pueblo sigue dividido, ahora entre priistas y perredistas, cada uno con su propia plaza de toros.
Esta presentación de la región purépecha como una zona conflictiva y violenta ha sido recurrente en numerosos estudios antropológicos desde los del ya mencionado Paul Friedrich (1991; 1962), hasta los de John Gledhill (2014; 2003) y Luis Vázquez León (2016; 2006). Dicha caracterización contrasta con abordajes recientes de las comunidades purépechas de la región que más bien resaltan a estas poblaciones como unidades étnicas solidarias caracterizadas por su unidad, lucha y resistencia, imagen resaltada recientemente con los logros político-jurídicos de los autogobiernos comunitarios obtenidos a partir de 2011 y
2016.
Mi interés en esta contradicción no es tanto presentar o defender una imagen u otra, sino más bien integrar ambas características, la división y el conflicto por un lado, la solidaridad y la unidad por otro, como parte de un mismo proceso político.
Durante su estadía en Michoacán, Paul Friedrich pudo percatarse de una realidad similar. Entre sus notas registró el siguiente comentario: “Como un cínico mencionó: Hay tantos conflictos por límites y tierras como pueblos vecinos” (Friedrich citado por Ojeda Dávila
2015, párr. 3). La observación de este “cínico” registrada por Friedrich aún es vigente, pues numerosas comunidades de la región purépecha fueron catalogadas por autoridades federales y estatales como “focos rojos” para la estabilidad y gobernabilidad del estado (Vázquez León et al. 2006; Vázquez León 2016).
Al respecto de estas observaciones son ilustrativas las conclusiones del estudio realizado en años recientes por investigadores del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM en donde registraron información sobre los conflictos forestales y territoriales en la región conocida como la meseta purépecha en un periodo de 10 años (2004-2014):
No solo existen conflictos al exterior, con comunidades vecinas, también los conflictos internos son constantes. Al respecto también Friedrich (1962) registró una intensa situación de antagonismo político que a menudo resultaba en actos violentos y homicidios entre grupos faccionales. Sobre lo anterior, don Abel recuerda que en tiempos de sus abuelos el pueblo estuvo dividido entre sinarquistas y agraristas. La división tenía expresión geográfica; al norte del pueblo se encontraban los sinarquistas y al sur los agraristas, cada grupo con su propio ayuntamiento. Aunque ya no hay sinarquistas ni agraristas, dice don Abel, el pueblo sigue dividido, ahora entre priistas y perredistas, cada uno con su propia plaza de toros.
Esta presentación de la región purépecha como una zona conflictiva y violenta ha sido recurrente en numerosos estudios antropológicos desde los del ya mencionado Paul Friedrich (1991; 1962), hasta los de John Gledhill (2014; 2003) y Luis Vázquez León (2016; 2006). Dicha caracterización contrasta con abordajes recientes de las comunidades purépechas de la región que más bien resaltan a estas poblaciones como unidades étnicas solidarias caracterizadas por su unidad, lucha y resistencia, imagen resaltada recientemente con los logros político-jurídicos de los autogobiernos comunitarios obtenidos a partir de 2011 y
2016.
Mi interés en esta contradicción no es tanto presentar o defender una imagen u otra, sino más bien integrar ambas características, la división y el conflicto por un lado, la solidaridad y la unidad por otro, como parte de un mismo proceso político.