Premio INAH
Premio
2021

Director de trabajo: María Eugenia Olavarría

Modelos y prácticas de belleza entre los trabajadores formales en venta y aplicación de maquillaje en Ciudad de México

El objetivo primordial fue estudiar las distintas versiones del concepto de belleza en Ciudad de México, y su impacto en el trabajo de los empleados en la venta y aplicación de maquillaje en el sector cosmético.

El trabajo de campo se desarrolló en lugares comerciales de las empresas formales de maquillaje para la venta y prueba de sus productos en Ciudad de México, donde laboran los trabajadores que efectúan la venta directa. Se realizaron 7 entrevistas semi-abiertas y 9 observaciones participantes desde julio de 2017 hasta julio de 2018. Aunque la etnografía no se delimitó por áreas urbanas, las empresas que accedieron a participar están principalmente dirigidas a consumidores de sectores socio-económicos medios-altos, restringiendo la cobertura espacial a 7 alcaldías. Todas las grabaciones de audio y video resultantes fueron transcritas, y dichos textos codificados en el software Atlas. Ti. Durante la etnografía, se efectuó registro audiovisual, recopilación de material impreso y adquisición de productos, así como recolección de información virtual relacionada. Todos estos fueron digitalizados en la medida de lo posible y codificados con el mismo programa.

En la investigación, encontré que las intervenciones en el cuerpo que ocurren por medio del maquillaje reflejan cómo se conceptualiza la belleza, y que no existe una única versión del sector cosmético: cada actor interviene en su (re)definición. Hay valores que se imponen por el trasfondo histórico, político y racial de la industria cosmética como la salud y la juventud. Ello se traduce en corporalidades deseadas con rasgos idealizados y naturalizados. Las interpretaciones de ambos conceptos son particulares, e interactúan con la demanda local por rostros que evidencien el empleo de maquillaje. Sin embargo, se presentaron acciones y perspectivas alternas sin ser abiertamente críticas a la industria, así como preferencias locales a las cuales apelan los productores en su oferta y publicidad.

Los empleados del sector han heredado ideas que han valorizado a través de su participación en el mercado, y sirven como actores simbólicos y económicos que la difunden. La demanda por los productos y servicios que involucran el maquillaje exigen actuaciones laborales que inciten a la compra. Los trabajadores procuran construir autoridad frente a la clientela mediante trabajo corporal, emocional y estético; sabiendo que ésta puede ser cuestionada con lo que deben estar permanentemente vigilantes de actualizar su repertorio de saberes y practicar su destreza en la aplicación, e incluso se llega a enaltecer su trabajo como arte. A la vez, los usuarios de maquillaje evalúan la pertinencia de los saberes ofrecidos por los trabajadores, con lo que se genera una retroalimentación desigual con tal de producir un resultado negociado.

Aunque hay una gran variedad de encarnaciones estéticamente reguladas, el arquetipo de belleza difundido todavía presenta más coincidencias que retos a corporeidades heteronormadas donde la categoría “mujer” está naturalizada como cisgénero. Lo distinto aparece en quiénes personifican la demanda y la oferta feminizada del sector, siendo colocados en dicho polo por identidad de género y por orientación sexual respectivamente. Evocan la homosexualidad como próxima a la feminidad y como fuga de masculinidades hegemónicas; y demuestran sesgos referentes a género y sexualidad que siguen cayendo en binarismos sin duda dañinos.