Transformaciones globales y el destino de las comunidades ribereñas de Tamuín, San Luis Potosí [2017]
OBJETIVO GENERAL
Mediante investigación etnográfica realizada en siete comunidades de una colindancia de la Huasteca potosina, entre 2012 y 2017, el objetivo general es: - Tratar de demostrar, mediante el registro de prácticas culturales, la existencia de un régimen de valor diferente a la lógica del capital que convive y parece ser devorada por éste. - Un objetivo específico es destacar el aspecto relacional de temas etnográficos que contribuyen en la comprensión del concepto antropológico de persona, tales como: (1) el cumplimiento de los deberes comunitarios y de ritualidades familiares, así como el papel cambiante de estos. (2) Familia y migración, (3) Prácticas médicas, sueños y uso social del cuerpo. (4) Religiosidades, interculturalidad y relaciones conflictivas. (5) Concepto patrimonio cultural, en el que los jóvenes auto-adscritos como teenek y no teenek llevan la voz.
ANTECEDENTES
El trabajo vasto de especialistas en el tema constituye los antecedentes de este proyecto, dividido en tres subtemas: el concepto región, la huasteca prehispánica, topografía del poder, intereses cambiantes y variables constantes definen la región, relaciones asimétricas de poder históricamente construidas, etnicidad, ?el mestizo? y desigualdad social, y reforma indígena y padrón de comunidades. El concepto región en la Huasteca Carmen Viqueira (2001) ya había reunido argumentos para elaborar una crítica en torno al enfoque regional en antropología; no obstante, tal concepto referido a la Huasteca, compendia aún más elementos de crítica, sobre todo si persigue una finalidad turística y patrimonialista, la cual buscaría simplificar demasiado en un enunciado corto, aquellos aspectos atractivos al consumo y a la cultura como un objeto, sin tomar en cuenta a las personas que históricamente han dado vida a los grupos étnicos que han conformado la región, por ello, y a manera de introducción al cuestionamiento del concepto región, presentaré las aportaciones de Gupta y Ferguson (1997), en torno a la topografía del poder, ya que si bien es cierto, su especialización temática no es propiamente la que nos ocupa, también lo es, que aportan elementos generales en antropología para ir introduciendo al lector a esta región como una arena en la cual, los procesos históricos y políticos bajo la influencia del sector dominante colonizador español, analizados por los especialistas de la Huasteca, van configurando diferentes trazos de mapa. Intentaré delimitar en lo posible cómo, a partir de la confrontación de dos lógicas o pensamientos, las relaciones se fueron tornando gradualmente complejas, tanto entre los sectores colonizadores como entre los colonizados a lo largo de los siglos hasta la actualidad. Es necesario hacer hincapié que entre ambos pensamientos, siempre ha existido un sector o varios de intermediarios sociales que han contribuido en la exacerbación de las relaciones, ya sea de tensión o en conflictos abiertos, pero sobre todo, para inclinar la balanza en el sometimiento de unos, propiciando deslealtades que devienen en las temáticas de alteridad y etnicidad. La topografía del poder es el punto de partida para configurar un pensamiento hegemónico, en tanto que el conjunto bibliográfico en el apartado titulado ?Cosmovisiones y mitología? es una vía para perfilar el pensamiento mesoamericano. En el primer subtítulo marco sobre relieve un predominio en las relaciones colonizador y colonizado, apuntalando todas aquellas acciones encaminadas a establecer el rompimiento tajante del binomio o unidad indisoluble compuesta por los humanos y naturaleza; mientras que en el de Cosmovisiones y mitología, trataré de puntualizar, cómo a pesar y con el pesar de las acciones colonizadoras y de la imposición de otros modos de vida social, los nahuas, teenek y pames han mantenido una relativa lealtad con sus antepasados pre-coloniales mediante la relación indisoluble entre humanos-naturaleza. Este supuesto me parece relevante porque, más allá, e independientemente de los discursos patrimonialistas, es posible que esta alianza sí constituya la base de un patrimonio entre los pames del norte, cercanos al ejido La Palma en San Luis Potosí (Cotonieto, 2011, en prensa) y sobre todo para los teenek de Veracruz (Ariel de Vidas, 2003), si bien el resto de los autores cuyo material tomé prestado para sostener tal aseveración, no lo expliciten de ese modo. La Huasteca prehispánica El concepto nodal de cosmovisión ha ofrecido una flexibilidad al investigador formado en las disciplinas antropológicas para extender la delimitación de sus estudios en el tiempo y en el espacio, particularmente para apuntalar aspectos de continuidad. Así, Stresser-Peán (2008), para referir los orígenes y organización social de los indios de la Huasteca precortesiana, utilizaba dicho concepto: ?En los tiempos antiguos el pensamiento indígena había alcanzado un nivel bastante alto entre algunos privilegiados; reyes, nobles o sacerdotes, que tenían tiempo libre para instruirse pensar, practicar las artes y el culto (?) La antigua religión mesoamericana era, ante todo, un culto del mundo, una cosmolatría. Pero, en su cosmogonía, pensaban que el universo primordial, caótico, indiferenciado, se había poco a poco estructurado y organizado en una forma racional (Ibídem: 166). Por otro lado, la investigación documental para la historia de la Huasteca prehispánica (Ruvalcaba y Pérez Zevallos, 1996: 19-20) sostiene que hay dos aspectos que pueden aportar elementos en la formación del estado en Mesoamérica. El primero es que al momento de la conquista no había un señor universal, sino que los diferentes señores locales, autónomos, se unían para hacer la guerra unos a otros y contra grupos del exterior. El espacio huasteco se articulaba por medio de una jerarquía entre los asentamientos, reflejada en dos distintos modelos político-territoriales: el de ?tipo Tamazunchale?, que comprende la cabecera (o asiento principal) y varios asentamientos menores sujetos a ella, y el ?tipo Huejutla?, con tres o más cabeceras que se rotan los puestos de poder y comparten el dominio sobre un territorio. El segundo aspecto lo constituyen los sistemas agrícolas. Los autores citan a fray Nicolás de San Paulo o de Witte para mencionar que la Huasteca presentaba un tipo de gobierno diferente porque sus condiciones de producción de maíz y étnicas específicas no le permitieron la centralización del poder, como pasó en otras partes de Mesoamérica. En torno a las primeras inspecciones que los españoles emprendieron en la región, están documentadas como visitas, ?las cuales informan sobre los primeros mecanismos que se implantaron antes de que se consolidara el aparato administrativo colonial? (Pérez Zevallos, 1998: 96) La primera corresponde a la provincia del Pánuco o Huasteca, realizada por Ramiro Núñez de Guzmán al pueblo de Yahualica en 1530. Esta visita se llevó a cabo a escasos once años de la invasión española, tiempo en que los huastecos habían sufrido el ?descabezamiento? de sus señores, y un drástico descenso de su población amenazaba con dejar deshabitados sus pueblos (Ibídem y 2004: 216). Por otro lado, respecto a las descripciones del agustino y a las ancestrales relaciones de reciprocidad, Valle Esquivel destaca: ?Recordemos que fray Nicolás de Witte refiere en su obra este tipo de prácticas en la Huasteca? (Valle Esquivel, 1998: 48). La autora continúa documentándonos en torno a una solicitud de los naturales y oficiales de la entonces república de Santa Catarina Chicontepec para que se les autorizara proseguir en la costumbre de dar ración a su cura: ?todo parece indicar que la reciprocidad, como práctica socialmente aceptada y económicamente racional, se mantuvo vigorosa hasta mediados del siglo XVII y de ella no sólo obtuvieron beneficios los propios principales, sino también los frailes y curas, quienes a cambio de beneficios de orden espiritual recibían toda una gama de satisfactores, tanto en trabajo como en especie? (Ibídem: 51). Es evidente que a esas autoridades no les interesaba respetar el sistema de reciprocidad, salvo obtener ventaja, tal como lo muestra la autora, mediante la serie documental ?Indios? del AGNM, por vía de la queja que los mismos naturales de Ilamatlán, Xicalhuatitlan y de Yahualica dirigían a sus autoridades: ?Sin embargo, las mutaciones en la economía y los repetidos abusos terminaron por erosionar el modelo y hacia la década de los cincuenta del XVII encontramos una verdadera avalancha de protestas contra los curas, oficiales de república y autoridades provinciales que exigían una y otra cosa? (Ibídem: 52). Para los años posteriores a la invasión española, la segunda visita, la de Gómez Nieto, muestra que ningún pueblo de la Huasteca se encontraba sin encomendero. A través de los intérpretes, los señores étnicos contestaron a 24 preguntas, algunas de ellas, y sus respuestas, van acompañadas por ordenanzas que buscaban normar la vida de los huastecos (Pérez Zevallos, 2004: 97). En cuanto a estudios arqueológicos, la conclusión del simposio de la Huasteca, dentro del 42 Congreso Internacional de Americanistas, París, 1980, mostraba una discusión entre autores, en torno a temporalidad, extensión y fronteras de la región, de la cual destacaré la exposición de Dominique Michelet y de Stresser-Peán: ?Michelet expuso que en Río Verde, entre 300 y 1200 de nuestra era, pudo desarrollarse una civilización agrícola y sedentaria que no sólo tenía vínculos con la Huasteca, sino también con la Mesa Central Mexicana. El señor G. Stresser-Peán destacó que por lo menos en el Posclásico tardío, la civilización huasteca se extendía hasta la sierra de Tamaulipas, es decir, más al norte de lo que generalmente se acostumbra admitir? (Olivier, 2008: 257). No obstante, y toda vez que los trabajos arqueológicos continúan en pie, la reflexión de Zaragoza y Dávila (2004) me parece muy prudente: A través de casi dos décadas de examinar esta región, observamos que la problemática de la arqueología en la Huasteca es profundamente compleja debido de manera principal a tres razones: a) la brevedad de investigaciones de campo provocada por la falta de continuidad, b) la indiscriminada generalización de los resultados particulares y c) el atavismo de agrupar en una sola cultura, las heterogéneas costumbres desarrolladas en un amplio territorio, ya que se han forzado los datos en busca de una ?identidad? francamente inexistente (Ibídem: 196). Topografía del poder En el contexto de globalización y de las migraciones masivas contemporáneas a nivel mundial, Gupta y Ferguson (1997), trabajan con la noción topografía del poder para destacar cómo, el concepto de cultura, hermanado con la antropología y vinculado con otros conceptos, puede usarse como argumento para mantener un control político de los territorios y para delimitar fronteras: ?las representaciones del espacio en las ciencias sociales dependen notablemente de las imágenes de ruptura y desarticulación. La premisa de discontinuidad forma el punto a partir del cual se teoriza el contacto, el conflicto y la contradicción entre culturas y sociedades. Por ejemplo, el mundo está representado como una colección de países, como en la mayoría de los mapas del mundo. El espacio es visto de manera fragmentada y no de forma continua. En el mapa, el espacio se vuelve una clase de cuadriculado neutral en el que se inscribe la diferencia cultural, la memoria histórica y la organización societal?. Los autores continúan: ?Asumir este isomorfismo del espacio, lugar y cultura, resulta en ciertos problemas significativos?, el principal es: ?La ficción de las culturas como algo discreto, como fenómeno objetivo que ocupa espacios discretos que dejan de ser plausibles para aquellos que habitan las tierras fronterizas, para aquellos que viven una vida de cruce de fronteras, tales como los trabajadores migrantes, nómadas y miembros de negocios transnacionales y de la élite profesional. Estas poblaciones móviles son quienes desarticulan el lugar y la cultura?. Asentada la premisa, los autores la invierten: ?si uno comienza con la premisa de que los espacios siempre han estado jerárquicamente interconectados, en lugar de desconectados, entonces el cambio social se vuelve un asunto de repensar la diferencia a través de una conexión que siempre existió. Si la gente se mueve, tanto ?culturas? y ?pueblos? dejan de estar identificadas como manchas en el mapa. Lugares y localidades se vuelven borrosos e indeterminados. La idea de que los lugares son cultural y étnicamente distintos, se vuelve frágil, así como el hábito nacional de hablar de asociación de ciudadanos de estados y sus territorios como algo topográficamente definido, ya que la representación del lugar es politizada, mas no es natural. La territorialidad se reinscribe justo en el punto en que se ve amenazada de ser borrada. En un espacio social interconectado: ¿qué se incluye y qué se excluye?? (Gupta y Ferguson, 1997: 34-41 ). Para el enfoque regional me parece útil subrayar la finalidad política que subyace al trazo de los territorios y sus fronteras, como arena en el que las relaciones antagónicas entre grupos sociales, a lo largo de la historia han dibujado diferentes mapas. Así, los españoles que desde un principio encabezaron el proceso de colonización, privilegiaron esta topografía del poder porque para ellos fue vital una representación del espacio en un mapa como tal para controlar los territorios tomados junto con las poblaciones tributarias respectivas, sobre todo el control de la fuerza de trabajo y la obra evangelizadora. En el polo más extremo, a quienes menos embargó la delimitación del espacio fueron a los cazadores recolectores, extendiéndose por toda la Huasteca. Tomaré prestados algunos datos de Chemin (1993) tan sólo para referir a la Pamería: El territorio que ocupaban los pames, al momento de las invasiones hispanas, era uno de los más extensos (si no el más extenso) de todas las naciones chichimecas. Por el sur, en frontera de tarascos, otomíes y mexicas, la Pamería tocaba a las actuales regiones de Acámbaro, Querétaro, San Juan del Río y Tecozautla. Por el oriente se prolongaba por Zimapán y la Sierra hidalguense, hacia Tzitzicaxtla, Jiliapa y Xilitla. En esas partes orientales, los pames tenían contactos con poblaciones otomíes, nahuas y huastecas. De ahí la Pamería se prolongaba: por el occidente, por Puxinguía; en el noroeste de Querétaro, hacia Xichú, en el noreste de Guanajuato. En esas regiones moraban los guazancores o huazancores, grupo tal vez de filiación pame, que vivía al oriente de Xichú hacia Concá y el río Santa María. Los puxinguías o xixinguías, probablemente de filiación pame, vivían en el Valle de Concá, al noroeste de Xalpan. Los ximpeces, que encontramos a finales del siglo XVII en Ahuacatlán (en el actual municipio de Jalpan, Qro.), a donde fueron mudados de Puxinguía, eran probablemente descendientes de aquellos puxinguías. Pames jijiotes o xixiotes vivían en la región de Sanguijuela, al extremo norte del actual municipio de Arroyo Seco, Qro. Esos xixiotes fueron reducidos a la misión pame de Lagunillas, S.L.P, en tiempos de su fundación en 1617 los samues o amues eran pames de la región de Xichú, futuro Xichú de indios, hoy Villa Victoria, Gto. Otro grupo chichimeca importante, perteneciente a la misma familia otomiana, vivía en las fronteras pames. Se trata de los jonaces que ocupaban las alturas del Cerro Gordo, o sea la Sierra del Doctor y sus prolongaciones (en el actual estado de Querétaro), hábitat prehispánico de los mesoamericanos de la Sierra Gorda Poco se sabe de los orígenes de esta etnia que fue de manera tan abyecta, removida y exterminada en el siglo XVIII (Chemin, 1993: 96). A lo largo de los siglos subsecuentes, el pensamiento subyacente a la topografía del poder continuó operando por influencia del colonialismo como si se tratara de un pensamiento natural (Wagner, 1981) hasta nuestros días, contra ?una representación de carácter más narrativo-descriptivo que gráfico? (Valle Esquivel, 2003b:191) del espacio, si un antropólogo o alguien externo pide a las personas de las diferentes etnias una verbalización en torno a la manera en que lo representan, ya que en términos de Alcorn (1984: 279), por ejemplo, los teenek tienden a asumir que el conocimiento del rol de algo es universal y no necesita confirmación formal. Por vía del material bibliográfico revisado en este ejercicio, se mostrará cómo, esta representación narrativa-descriptiva del espacio, junto con otras prácticas se corresponde con los aspectos analíticos que constituyen a la cosmovisión , ya que los originarios de una etnia siempre tienen elementos de largo alcance mediante los cuales representan su referente como individuos pertenecientes a una sociedad o grupo en correlación con los territorios, de los cuales ellos son parte. Y en todos los casos, se constata que, en la medida que penetraba la propiedad privada, también fueron en aumento los problemas por la delimitación de linderos. Dentro del conjunto de estudios especializados, cuya producción es abundante, iniciaré con uno que trata de encontrar criterios que delimitan a la Huasteca tomando como referente las variables fisiográficas y a la población (Ruvalcaba, 1993) para confrontarlo con otro que toma en cuenta los aspectos dinámicos marcados por las relaciones asimétricas de poder históricamente construidas, las constantes tensiones y complejidad de éstas, sobre una base territorial en la que el concepto de alteridad ha sido un detonante (Valle Esquivel, 2003b). Posteriormente retomaré el análisis de diferentes autores para intentar delimitar de entre aquellas relaciones de tensión a lo largo de los siglos bajo el régimen colonial, cómo las prácticas de deslealtad por parte de la nobleza étnica hacia sus pueblos, contribuyeron a dar forma a las nuevas instituciones políticas y productivas bajo la forma de haciendas, posteriormente condueñazgos. Dedicaré un subtítulo aparte para remarcar que, en medio de los conflictos por el despojo de tierras también incursiona la figura del mestizo en términos de etnicidad, a la vez que pondré atención sobre quién se entregan las lealtades y cómo se generan antagonismos, así como en la interiorización y su consiguiente reproducción de relaciones colonizador-colonizado (Ariel de Vidas, 1993, 1996, 2004. Finalizaré con la serie de estudios en torno a la reforma indígena y padrón de comunidades (Ávila 2002, 2008, 2010). Trataré de presentar los aspectos de organización comunitaria trabajados por el citado autor como introducción a las prácticas inherentes a la cosmovisión mesoamericana, con la intención de poner ante el lector cuáles son los fundamentos que desde una perspectiva étnica contribuirían a definir la región Huasteca, diferente al centralismo político nacional. Si bien es cierto que han existido tensiones entre las comunidades, las cuales han sido blanco de todo tipo de abusos por parte de intermediarios en el contexto global, así como de utilización por parte de los gobiernos estatales y municipales, también considero que ?los hechos comunales han constituido un recurso de la población india para cumplir con las exigencias de la sociedad dominante, para beneficio de las autoridades indígenas o para defender su integridad como grupo? (Briseño, et al.1993: 81). Mi idea es que, detrás de esa serie de trabajos relacionados con la organización comunitaria, la reforma indígena y su aplicabilidad en un marco constitucional, se leen también las prácticas emblemáticas de la cosmovisión mesoamericana, diferentes al ideal nacional. Intereses cambiantes y variables constantes definen la región En primer lugar, Ruvalcaba (1993) elabora una crítica en torno al concepto región en tanto que se trata de un recurso heurístico; no obstante explicita dicha reflexión en las conclusiones del trabajo. Analiza cuatro momentos históricos: ?a) Hacia fines de la época prehispánica y principios de la conquista, b) hacia fines del siglo XVI y principios del XVII con base en el mapa de Ortelius, c) la propuesta de creación del estado huasteco en el siglo XIX y d) la delimitación contemporánea? (ibídem: 10). Para el primer inciso, el autor explora fuentes tales como el Códice Florentino, Sahagún, la Matrícula de tributos y la Visita de Gómez Nieto a la Huasteca 1532-1533. Aborda el tema de la alteridad sin usar dicho término, para advertir en torno a quién era incluido como huasteco y quién no, durante los siglos XIV, XV y XVI tardío, según los nombres con los cuales eran conocidos los habitantes de la región: ?se dice que huastecos son los de San Luis Potosí pero no los de Veracruz, mientras que sus pobladores se consideran serranos o costeños. Los nahuas afirman que huastecos son los cuexteca pero no ellos, mientras que, para complicar más el asunto, en términos generales, por huasteco se (auto) designan también los mestizos pero les niegan esa identidad a todos los indígenas que la pueblan (compitas, tlayitos, cuitoles ?les dicen?), pero unos frente a los otros guardan su propia identidad (ibídem: 10). Los nombres peyorativos encerrados en paréntesis por Ruvalcaba (1993), son retomados por Valle (2003b) para elaborar su definición de región, la cual veremos unos párrafos después. Las provincias tributarias también eran un referente para definir a la Huasteca: en el estudio de Gerhard, la región que hoy conocemos como la Huasteca quedó dividida en varias provincias tributarias coloniales. La de Guayacocotla en que se incluían Chicontepec, Txicoac y Molango o Malila, la de Guauchinango que comprendía a las cabeceras y sujetos de Guauchinango, Xicotépec y Pahuatán, la Provicnia de Pánuco que se extendía desde la parte sur del río Tamesí, hacia la planicie de Pánuco e incluía parte de la costa del Golfo y de la laguna de Tamiahua (Gerhard, A Guide to the Historical Geography? 211-212, citado en Ruvalcaba, 1993:16). Más al occidente, se conformó la Provincia de Valles que incluía a Tamazunchale por el sur, Xilitla, Tampamolón, Valles, hasta colindar con Nuevo Santander por el norte; corría a lo largo del río Pánuco, desde donde bajaba hacia Tamuín, Aquismón, Tancanhuitz, para cerrar de nuevo en Tamazunchale (Gerhard, 354, citado en Ruvalcaba, 1993:16). En el siguiente inciso de su trabajo, Ruvalcaba (1993) estudia el mapa elaborado por el cartógrafo Ortelius , de quien menciona no haber especificado cuáles fueron los criterios para delimitar la Huasteca, al tiempo que destaca cinco aspectos: Primero, la distribución nutrida de los asentamientos a lo largo de los cauces de los ríos, tanto de las corrientes más caudalosas como de sus afluentes menores. Hay también poblados en el interior, sobre la sierra, alejados de las corrientes principales, pero no se comparan en número con los primeros. Segundo, el gran núcleo de los pueblos huastecos se concentra a lo largo del Pánuco, en ambas riberas hasta el Tamoín, y de allí en dirección nordeste hacia el Tamesí. Es decir, más al norte de donde llegaron las conquistas colhuas y mexicas. Tercero, llama la atención la ausencia de pueblos o asentamientos huastecos sobre la línea costera desde la desembocadura del Pánuco hasta el Río de las Palmas. Es probable que esta parte no fue poblada por los tenek a causa del control que ejercían los pueblos chichimecas de las salinas al norte del actual Tampico (?) Cuarto, también llama la atención de que a pesar de que habían pasado más de cincuenta años desde la Conquista, la saca de esclavos y la distribución de encomiendas, Ortelius hubiese registrado tantos caseríos, la gran mayoría con nombres tenek, que por cierto aparecen con ermitas e iglesias, pero que sabemos no pueden representar sino intentos de evangelización, pues tanto los grupos chichimecas como los propios huastecos con frecuencia destruían o quemaban los templos y mataban a los españoles junto con el cura (?) Quinto y último, sorprende que a fines del siglo XVI la mayor concentración de pueblos tenek se asiente al norte del río Pánuco, cuando a principios del XVII, diversos testimonios nos confirman que la villa de Pánuco confinaba por la banda que corría ?del Oriente al Norte? con Chichimecos, indios de guerra?; o que Pánuco era frontera de guerra de los indios Chichimecos (ibídem:17). El inciso en que Ruvalcaba (1993) estudia a la Huasteca a fines del siglo XIX, se ubica al final de la guerra de independencia: la inquietud manifiesta en 1832, 1838, 1851-52 y 1855 de hacer de la Huasteca un estado de por sí con los cinco distritos de Tuxpan, Tampico de Veracruz, Tancanhuitz, Huejutla y el sur de Tamaulipas (?) Si primero aceptamos que el propuesto Estado Huasteco y la Huasteca coincidían en sus términos y luego los delimitamos sobre un mapa, tenemos que en la segunda mitad del siglo XIX, los límites de la Huasteca quedarían enmarcados por la línea costera al oriente, el río Tuxpan por el sur, una línea entre el actual Tampico y Ciudad Mante por el norte y el primer macizo montañoso por el occidente (Ibídem:18-20) Entre las conclusiones que este autor numera, hay un énfasis en mostrar qué es lo que cambia y qué es lo que permanece constante, ya sea por ?criterios lingüísticos y culturales? o ?rasgos?: ?con el tiempo cambian los fines, los intereses e incluso los pobladores y sus actividades sobre un territorio determinado, así permanezcan más o menos constantes sus variables fisiográficas . Este interés específico es el que define y delimita una región? (Ibídem: 21). En torno a dichos cambios sufridos por las poblaciones, me parece necesario resumir una aportación de Pérez Zevallos (1983): en un lapso de diez años posteriores a la invasión española, la población disminuyó drásticamente, debido ?por un lado a la venta de esclavos que de esta zona se enviaban al Caribe y las Antillas, desde 1524. Y por otro, a las epidemias, como el sarampión, que azotaron la región antes de 1532. Diezmada la población, muchos antiguos asentamientos fueron abandonados paulatinamente. Hacia 1533 grandes extensiones de tierra escapaban al control de los indígenas e iba tomando forma la reorganización territorial (Ibídem: 134). Algunos puntos concluyentes sobre la formación del estado huasteco son retomados por la autora que a continuación leeremos, incluida la cuestión de que, en la Huasteca actual ?se descartan los pueblos de la sierra como Huayacocotla, Ixhuatlán y otros por el mismo rumbo que a veces se consideran como parte de la Huasteca? (ibídem: 20), ya que ella elaboró tesis de Maestría en antropología social sobre Huayacocotla. Mapa (1) de Ortelius, tomado de Velázquez (2004 [1982]: 162) La Frontera Chichimeca en 1591. Mapa 2, tomado de Rivera Villanueva (2010: 29). Relaciones asimétricas de poder históricamente construidas Antes de entrar con los puntos concluyentes de Ruvalcaba (1993) estudiados por Valle Esquivel (2003b), destacaré una de cuatro cuestiones que la autora señala en su trabajo titulado Reciprocidad, jerarquía y comunidad en la tierra del trueno (la Huasteca), (2003a) como características distintivas de la Huasteca: ?el mantenimiento de una cosmovisión de fuerte contenido mesoamericano que atribuye a determinadas prácticas sociales ?precisamente las que cohesionan y ordenan a la comunidad? la facultad de fortalecer una de las almas de los individuos? (ibídem:229) porque mi propósito es intentar definir a la región Huasteca en función del concepto cosmovisión, muy diferente a la que solemos habituarnos desde distintos campos. Justo esta manera de ordenar a una comunidad contribuye a moldear otra característica distintiva enunciada por la autora: ?sus grupos indios, a diferencia de los de otras regiones de México, lograron revertir los embates de las políticas ilustradas y liberales, aprovechándolas para recrearse como sociedades singulares: los antiguos pueblos se convirtieron en municipios y sus cabildos en ayuntamientos? (Escobar, 1996 citado por Valle, 2003a: 229). Ahora sí, re-dirijo los puntos concluyentes de Ruvalcaba (1993) por Valle Esquivel (2003b). Ella elabora el análisis de una serie de procesos históricos, tomando como referente al territorio, e introduce una definición de la Huasteca, como el ?sistema de interacción multiétnica, donde la heterogeneidad interna se mire como el rasgo distintivo? (ibídem: 168). Los procesos analizados por Valle Esquivel, son: el de evangelización, la congregación de poblaciones, la introducción de la propiedad privada y el desarrollo de las haciendas , así como la llegada de nuevas denominaciones religiosas, el impacto de la reforma agraria y la formación del complejo Pujal-Coy . Después de conducir al lector por los diferentes aspectos de la cosmovisión teenek de San Luis Potosí, a través de narrativas, la autora ?afirma que la territorialidad de los indios de la Huasteca ha sido moldeada por la historia, es historia? (Valle Esquivel, 2003b: 207). Los diferentes aspectos de este corpus de la cosmovisión teenek será abordado en el subtítulo ?Cosmovisiones y mitología?, ya que por ahora mi intención es dirigir la atención hacia la contribución de la autora en su crítica sobre el enfoque histórico regional de la Huasteca. Dicha aportación está en la manera que trabaja dos conceptos clave de la territorialidad de los indios de la región: usurpación y alteridad, de modo que la Huasteca es un instrumento conceptual a partir del cual los indios de la región tipifican su vecindad con el otro. Una contienda histórica, marcada por la cuestión de la alteridad y concerniente con el territorio, cristalizada en la creación del llamado estado Huasteca , queda en letras de la autora: En la prolongada gesta de los regionalistas huastecos a favor del federalismo radical, el papel de los indígenas fue muy destacado como argumento y como contingente, pero en su derrota se llevaron la peor parte. No se formó el estado huasteco, pero su clase dominante quedó con las manos libres para consolidar uno de los modelos de caciquismo más atroces y recalcitrantes de los que se tenga registro en la historia de nuestro país. Señores de ?horca y chuchillo? sometieron a los indios y mestizos pobres a formas de dominio exacerbadamente violentas y deshumanizadas, caciquismo que se prolongó hasta muy avanzado el siglo XX y que aún persiste en algunos municipios. Pero hay que decirlo, en la construcción de ese dominio desempeñaron parte muy importante indígenas ricos, identificados étnica y culturalmente con sus subalternos, pero conscientes de formar parte de una clase social distinta, aquella que cosificó a la región para ponerle límites a las ?intromisiones? de las instituciones nacionales. Así, quizás, se introyectó la idea de que el territorio compartido podía conceptualizarse como ?la Huasteca? (Valle Esquivel, 2003b:210). Finalmente, la autora demuestra cómo, el concepto territorio ?diferente de cosmovisión? constituye un espacio concreto por vía del cual las prácticas rituales y los elementos analíticos inherentes a la cosmovisión mesoamericana delimitan a la Huasteca. Destaca y concluye que, a partir de los conceptos de usurpación y alteridad, hay dos definiciones de la Huasteca: la Huasteca india y la mestiza. La primera es más amplia, multidimensional y cargada de poderes inimaginables por los otros, es una representación cabal del cosmos; mientras que la segunda es una periferia del poder y la riqueza nacionales, es simplemente región. De este modo, Valle Esquivel (2003a y 2003b) misma, enuncia su interés por la Huasteca india y por consiguiente, en las prácticas propias de dicha cosmovisión, las cuales definen a la región. La conversación entre los dos anteriores autores en torno a los aspectos distintivos sobre la Huasteca, me permiten moverme hacia el despojo de tierras que ha marcado la historia agrícola regional a partir de la contradicción tajante sentada por la imposición de la propiedad privada con la instauración de las mercedes por parte de los españoles sobre la propiedad comunal reconocida por las formas colectivas de las sociedades mesoamericanas, articuladas por el parentesco (Gutiérrrez Rivas, 1995, 1998; Valle Esquivel, 1998). La segunda autora (1998) hace una aclaración en torno al uso de la tierra, en función de que ésta es susceptible de ser comprada, vendida o alquilada: ?la propiedad es sólo una mínima fracción de la territorialidad? (Valle Esquivel, 1998:72). En cuanto a la noción de dominio, la autora nos explica: En ocasiones, la confusión de tales conceptos obedece a un problema de interpretación por parte de los historiadores, pero también debe admitirse que la manera como fueron empleados durante la Colonia es poco claro. Si bien existe todo un cuerpo jurídico que separa la propiedad de la soberanía, que además se enriquece con la reflexión sobre los derechos de los indios (a través de la obra de ideólogos como Francisco de Victoria y Bartolomé de las Casas), también es cierto que las nociones de botín y justa guerra ?tan frescos en la mente de los conquistadores dada la cercanía del proceso de expulsión de los árabes de la Península- interfieren con la correcta aplicación de los preceptos señalados. Desde esta perspectiva, aunque el rey no se conceptualice como el propietario de todas las tierras del Nuevo Mundo, en el ejercicio de su soberanía actúa de facto como tal (Ibídem pie de página número 3: 72) Valle Esquivel plantea que ?los naturales, por su parte, presentaban un modelo de uso de los recursos que, si bien en lo general podemos equiparar con la verticalidad andina, en una dimensión más concreta se nos presenta enormemente complejo y ajeno a nuestra propia conceptualización en torno a lo que significan la propiedad y la juris
DESCRIPCIÓN
La lógica del capital se ha erigido con tal fuerza en tanto régimen de valor único en el México de hoy, que el hecho de pensar en otras formas de producción del valor, lleva a suponer prácticas simbólicas en antropología, incluso utópicas. Si por ejemplo, Julieta Valle Esquivel (1998) había documentado la existencia de relaciones de reciprocidad en Santa Catarina Chicontepec durante el siglo XVII como un régimen del valor diferente, ¿por qué es tan difícil, no sólo identificarlo como un modelo distintivo, sino además demostrar cómo ha experimentado su transformación en el marco de la globalización? En esa tesitura, Nicholas Thomas (1991), con un énfasis en los contextos que otorgan el carácter mutable del valor, elabora una crítica a la oposición intercambio de dones versus mercancías, ya que ninguna existe en su sentido puro, sino que, ?la alienación de una cosa es su disociación de los productores de los primeros usuarios, o del contexto anterior? (ibíd:39). Me apoyo en el estudio de Simmel (1990), Appadurai (1986, 2013) y Thomas (1991), para sostener que el régimen del valor del capital ha convivido con otros regímenes del valor, a veces en una relación dialéctica aunque no siempre sea así de manera tajante. Para el caso concreto de Mesoamérica, Good Eshelman (2007:81-82) reconoce a la vertiente de antropología económica, la cual ha usado el término reciprocidad y ella enfatiza las aportaciones de Karl Polanyi y de Anne Chapman para su vasta etnografía en el Balsas. Para el presente proyecto en marcha, los trabajos de Good (1988, 1994, 2004, 2005, 2007, 2011) son un gran soporte, no obstante, en campo he observado que no todas las relaciones tienen esa característica que facilite su registro metodológico en formas discretas, tales como: dar, recibir y devolver, como por ejemplo, el intercambio de ayuda o trabajo para las fiestas (López Millán, 2008). De ahí que sea un reto sistematizar los datos de una etnografía en forma de una economía o régimen del valor diferente a la del capital. Esta investigación camina hacia esa dirección: a demostrar que todas aquellas prácticas consideradas culturales conforman una forma diferente de producir valor, por lo tanto, los objetivos están enunciados a continuación. Se inició con una exploración mediante genealogías para conocer quiénes son los teenek fundadores del actual ejido Tampacoy, y hacia qué centros económicos se mueven las siguientes generaciones. Posteriormente se realiza investigación documental en torno a la dotación de tierras para identificar cómo se fueron formando los diferentes ejidos, comunidades y núcleos de población. La información se complementa con etnografía para estudiar aspectos de organización social referentes a las actividades económicas de los pobladores y de ese modo escudriñar la dinámica de los intercambios que se establecen al interior de las familias, ejidos y comunidades vecinas. Explorar cuál es la dinámica de las relaciones de reciprocidad que mueve a toda una organización comunitaria, concretamente la de Tampacoy, Piedras Chinas, La Primavera, La Fortaleza y Aserradero, en torno a los intercambios, sea de ayuda o de trabajo en diferentes rituales y celebraciones, tanto a nivel familiar como comunitario e intercomunitario en Tamuín. Generar un modelo de organización comunitaria para cada ejido en los municipios seleccionados para establecer una comparación entre ellos.
A la par que otras minorías del mundo son absorbidas por el mercado de trabajo informal, bajo la forma de mano de obra barata; el presente estudio constata dicha premisa y pone en el centro otros ejes de discusión para profundizar cómo impacta el capital
NOTAS
- Descripción de actividades: 1.- Cumplir con un compromiso adquirido con las siete comunidades del proyecto y con las instituciones educativas que me autorizaron la aplicación de un instrumento entre los estudiantes matriculados en los planteles de educación secundaria y bachillerato. El compromiso consiste en entregar los resultados y comentarlos en el aula, ante el profesorado y el alumnado. 2.- Continuar con temas etnográficos específicos en campo para todas las comunidades. 3.- Captura de los reactivos del instrumento metodológico aplicado al total de 997 jóvenes. 4.- Generación de bases de datos como resultado de la captura descrita. 5.- Presentar un borrador del libro como producto del proyecto.
Esta investigación puede aportar elementos de comparación con otras líneas de investigación en antropología social, tales como: cosmovisión, rituales agrícolas, organización social; patrimonio y procesos identitarios.
Folio SIP
4731
Fecha de inicio
2012-04-01
Fecha de término
2017-08-31
Categoría
Unidad Administrativa
Área normativa