En 1614, el fraile Alonso de la Mota y Escobar, después de recorrer lo que actualmente es el municipio tlaxcalteca de Nativitas, escribió: '[...] el temple es frío y bueno; beben del río Atoyac, que es de buen agua. Son los indios ricos de grana, maíz y aves. Siembran maíz, es principio de lo que llaman la ciénaga de Tascala: y ahora se han dado en sembrar trigo de riego, que se comienza a dar muy bueno y muy copioso en el acudir [...]' (Citado en: González, 2008). En esta y en otras crónicas coloniales se deja ver claramente que el Atoyac era un río caudaloso, limpio, con capacidad para favorecer la agricultura de la región. Cuatrocientos tres años después, la situación ha cambiado dramáticamente. Es sobre todo a partir de los años sesenta del siglo pasado que podemos aseverar que en los linderos de los estados de Tlaxcala y Puebla, existe una seria problemática socioambiental, debido sobre todo a diversas causas antropogénicas. Estos niveles de contaminación prácticamente han terminado con la vida que en otros tiempos contribuía a la reproducción social de los habitantes de las poblaciones cercanas. Diversas investigaciones revelan que el deterioro ambiental es grave, ya que la flora y la fauna que habitaba en el río ha desaparecido; además del olor fétido que desprende su cauce, es fácilmente perceptible la coloración del agua que puede ir de un azul índigo a un rojo, pasando por el amarillo (Salas y Rivermar, 2014). La población paulatinamente ha dejado de desarrollar las actividades que giraban en torno a este cuerpo de agua, como la pesca, la agricultura y el esparcimiento. Estos cambios ambientales han significado una transformación cultural profunda de los habitantes de la cuenca con su entorno. Algunos estudios como el coordinado por Hernán Salas Quintanal (2014), investigador de la UNAM, dan cuenta de las transformaciones socioambientales de esta región.