Afinidad biológica y cultural en poblaciones de la Huasteca y Sierra Norte de Puebla [2017]
OBJETIVO GENERAL
Conocer el grado de relación biológica así como las dinámicas de migración e intercambio cultural entre las poblaciones nahuas, tepehuas, teenek, totonacas y otomíes de las regiones Huasteca y Sierra Norte de Puebla, poniéndolas en relación a procesos históricos específicos: antiguas migraciones, invasiones, epidemias, suplantación lingüística, el impacto del coloniaje europeo y de los esclavos de origen africano. Entre los primeros resultados que se tienen previstos, está la identificación y valoración de la posible incidencia genética de pueblos africanos entre aquellos de habla indígena, destacando los casos de poblaciones indígenas que hayan estado más expuestas a su contacto, posibles rutas de penetración en las serranías, y eventuales resistencias. En un segundo momento, será posible establecer el horizonte de diferenciación tepehua-totonaca; la filiación biológica con respecto a la población teenek (si fue mayormente desplazada, o sólo se trató de un cambio de lengua); los intercambios culturales entre grupos convergentes (totonaco-tepehua y nahua-otomí), De lo anterior, se podrá colegir la velocidad y alcances de la penetración nahua, en relación al repliegue totonaco y teenek; las características de la diáspora tepehua, sus desplazamientos en relación a la ocupación otomí; la antigüedad de los vínculos estratégicos entre nahuas y otomíes. Al final, será posible responder si aquellos desplazamientos fueron físicos o lingüísticos, y si obedecieron a una política colonial española, o si fueron más bien resultado de estrategias geopolíticas más antiguas (prehispánicas), y en dado caso, cuáles de ellos respondieron a presiones militares e institucionales más recientes (reparto agrario, guerras civiles, éxodos por motivos laborales).
ANTECEDENTES
Huasteca y Sierra Norte de Puebla, son dos regiones culturales vecinas, cuya profundidad histórica se remonta varios siglos atrás. Si bien, los rasgos sociodemográficos, étnicos y religiosos que presentan hoy en día se forjaron durante el periodo colonial novohispano, sin duda el desarrollo de las vías de comunicación y la creciente presencia de las instituciones del Estado a lo largo del último siglo han impactado de manera contundente en la configuración de ambas regiones. Dado el complejo mosaico interétnico que caracteriza a ambas regiones, la profundidad histórica de dichas interacciones, el papel de las migraciones, las epidemias y las invasiones, hacen de su estudio un reto epistemológico que suscita la confluencia de varias disciplinas. Tanto los estudios antropológicos, genéticos y arqueológicos han explorado diferentes hipótesis sobre las relaciones interétnicas, los desplazamientos migratorios y las fluctuaciones demográficas ocurridos tanto en la Huasteca como en la Sierra Norte de Puebla. En particular los contactos que históricamente han sostenido poblaciones nahuas, tepehuas, teenek, totonacas y otomíes. Flujos y contactos interétnicos a los que hay que agregar los aportados por el proceso colonial: poblaciones de origen europeo y africano. Dada su riqueza cultural, ambas regiones fueron objeto de numerosos estudios etnológicos desde principios de siglo XX, con un amplio abanico de tópicos, que van desde las prácticas culturales en torno a la cosmovisión y la ritualidad, hasta la organización social, política y económica, la producción agrícola y artesanal (Starr, 1908; Williams, 1963; Ichon, 1973; Montoya-Briones, 1964; Ruvalcaba, 1988; Galinier, 1990; Ariel de Vidas, 2003; Stresser-Péan, 2008; Sandstrom y Sandstrom, 1991; Pérez Castro, 2013; Trejo et al., 2014, por citar sólo algunos). En términos de interacción poblacional, estos estudios han resaltado cómo la diversidad humana imperante en ambas regiones ha sido capaz de sostenerse mediante una intensa comunicación y flujo de productos, saberes y prácticas, que les articulan regionalmente a distintos niveles. Así por ejemplo, en términos rituales, en lo que respecta a la Huasteca sur, se advierte un intenso flujo interétnico de saberes, prácticas y parafernalia que no se ha visto demasiado limitado por barreras geográficas, códigos lingüísticos o étnicos. En cuanto a los estudios genéticos, durante los últimos años se han caracterizado poblaciones de estas regiones (Rangel Villalobos et al. 2016, Moreno Estrada et al. 2014, Gorostiza Langa et al. 2012), y se ha intentado vincular los resultados con diversos antecedentes históricos y etnohistóricos; sin embargo es necesario un esfuerzo sistemático de integración de los estudios etnográficos y genéticos para enriquecer el conocimiento sobre las relaciones entre las poblaciones de los grupos étnicos referidos. Problema de investigación La práctica ritual hoy en día observable, apunta a un intenso diálogo interétnico, pero también a procesos de incorporación de elementos exógenos y apropiaciones que sugieren ciertas afinidades históricas, especialmente entre totonacos y tepehuas, por un lado, y nahuas y otomíes por otro (aún cuando estos últimos no forman parte de la misma familia lingüística). El hallazgo anterior se planteó en el marco del Programa nacional ?Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio?, del INAH. Estas relaciones interétnicas han permitido crear así, una región cultural sumamente dinámica, que movilizan poblaciones heterogéneas pero con expresiones similares, que comprometen a todas luces el supuesto teórico, según el cual las fronteras de la lengua son las mismas que las de la cultura (Trejo et al. 2014). En cambio, debemos advertir que las notables diferencias hoy reconocibles entre las prácticas culturales (políticas, religiosas, económicas), de la Huasteca y aquellas de la Sierra Norte de Puebla, son relativamente recientes, pues deben parte de su origen a las modalidades de la colonización europea que se dio a ambos lados del río San Marcos, donde se destaca la incidencia institucional de los Pueblos de Indios en la Sierra Norte de Puebla (y el impacto de la sistemática congregación de pueblos), frente al brutal despoblamiento ocurrido en el caso de la Huasteca, y el resultante poderío de los grandes latifundios ganaderos y cañeros de europeos, criollos y mestizos, en cuyas haciendas alojaron poblaciones relativamente dispersas, mismas que solían huir a los montes con inusitada frecuencia, además de un proceso de evangelización poco riguroso (García Martínez, 1987; Escobar Ohmstede, 1998). Salvando esas diferencias, las poblaciones indígenas de ambas regiones comparten una larga trayectoria de negociaciones y contactos interétnicos de larga data. En este sentido, es preciso entender el tipo de relaciones y la temporalidad de los procesos que configuraron el actual universo pluriétnico huasteco y serrano. Es un hecho conocido que gran parte de la Huasteca y Sierra Norte de Puebla (el Totonacapan), antes de recibir el influjo de poblaciones nahuas y otomíes o totonacanas, estaban habitadas por poblaciones de origen maya (los huastecos o teenek), cuyos referentes culturales, hemos de suponer, son sustrato de la dinámica cultural interétnica hoy reconocible. ¿Cómo se desarrolló ese mosaico pluriétnico, multilingüe?, ¿la gente fue desplazada físicamente, o sólo debieron incorporar una nueva lengua?, ¿desaparecieron por guerras o por efecto de las epidemias coloniales?, ¿la ubicación actual es expresión de esos antiguos eventos o se debe a políticas estatales? Responder a estas preguntas por ahora es algo difícil. Desde el corte arqueológico e histórico se apunta hacia las dinámicas (algunas de ellas violentas), que modificaron las regiones antes y después de la llegada de los ibéricos a lo que hoy se conoce como Mesoamérica. Por lo anterior, resulta de gran importancia articular los estudios antropológicos contemporáneos de orden etnográfico con aquellos de orden genético, capaces de aportar datos sobre el cambio en las poblaciones y formas de vida indígena de la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla: desde las migraciones procedentes de la costa de Tabasco-Campeche que llegaron a Pánuco a finales periodo Clásico e inicios del Posclásico (X-XII), configurando no sólo la frontera sur de la Huasteca con respecto a aquellas poblaciones del Altiplano central, y que determinaron su integración al complejo cultural mesoamericano (Ochoa, 2001: 37), hasta las modificaciones territoriales y desplazamientos humanos más recientes, ya sean debidos a dotaciones de tierras e incluso, aquellas provocados por la llegada de proyectos carreteros.
DESCRIPCIÓN
Proyecto multidisciplinario de análisis y síntesis de información de carácter etnográfico y bioantropológico que busca comprender el desarrollo de las actuales configuraciones regionales de la Huasteca y la Sierra Norte de Puebla, poniendo especial atención en cómo es que los diversos pueblos que componen ambas regiones (nahuas, teenek, totonacos, tepehuas y otomíes), llegaron a ellas, la temporalidad y el tipo de interacción que tuvieron. El proyecto contempla varias etapas a desarrollarse en un periodo de aproximadamente cinco años, sin embargo se espera generar productos de investigación desde el primer año tales como ponencias el eventos académicos internacionales y artículos que describan los primeros resultados y contribuir a la formación de recursos humanos. 1. Preliminares Esta fase comprende la revisión exhaustiva de los datos etnográficos obtenidos por el equipo regional Huasteca sur- Sierra Norte de Puebla, del Programa nacional ?Etnografía de las regiones indígenas de México en el nuevo milenio?, del INAH, con la finalidad de caracterizar el tipo de vínculos existentes entre las poblaciones nahuas, totonacas, tepehuas, teenek y otomíes, en función de sus prácticas culturales. Asimismo, se proyecta la revisión de artículos sobre variabilidad genética de las poblaciones antes citadas, lo que habrá de motivar la discusión en torno a las metodologías pertinentes para el abordaje y comprensión desde una perspectiva multidisciplinaria sobre temas de mestizaje, redes de parentesco y filiación entre grupos. El enfoque propuesto aquí, resulta poco frecuente en las investigaciones, a pesar de que permite integrar perspectivas de la historia cultural y la genética-demográfica, en el análisis de las afinidades biológicas y culturales. Más aún este abordaje permite realizar un análisis más refinado de la información genética que se recupere, poniéndola en relación a procesos culturales y demográficos de diferente rango temporal. 2. Desarrollo. Fase que implica el diseño de muestreos regionales, tomando en cuenta las hipótesis e intereses planteados desde la etnohistoria y la etnología, por los especialistas que se han ocupado en la región. Se considera colectar muestras biológicas de al menos tres comunidades pertenecientes a cada grupo étnico, intentando incluir aquellas otras que presenten características importantes como su aislamiento y movilidad. Ello evitará, en lo posible, sesgos excesivos en el muestreo. 3. Análisis de marcadores genéticos. Para llevar acabo este punto, será necesario considerar tres etapas del proceso: la primera se dirige a estimar la herencia indígena, europea y africana usando para ello marcadores informativos de ancestría; la segunda etapa consiste en el análisis de marcadores genéticos a nivel genómico para calcular distancias genéticas a partir del componente indígena y medir el grado de parentesco (IBD) entre individuos de cada población y entre poblaciones graficando las redes a partir de estos datos). La identidad por descendencia (IBD) es una aproximación estadística a las relaciones familiares entre dos individuos. El análisis de IBD entre individuos de diferentes poblaciones permite identificar patrones que pueden vincularse a procesos sociales y demográficos recientes o incluso de varias generaciones atrás. Esta aproximación metodológica ha sido utilizada recientemente por Eunjung Han et al. (2017) para describir la historia demográfica de Estados Unidos hasta la época colonial, de igual forma Moreno-Estrada et al. (2014) reconstruyeron las relaciones demográficas y genéticas de algunas poblaciones indígenas de México utilizando esta metodología. Con esto en mente, el análisis del IBD es una metodología que puede aplicarse para abordar fenómenos de la historia demográfica reciente y antigua de las poblaciones indígenas de las regiones Huasteca y Sierra Norte de Puebla. La tercera etapa está dirigida a representar la distribución espacial de estos datos empleando sistemas de información geográfica.
NOTAS
- Descripción de actividades: 1. Revisión de antecedentes (resultados del Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas del INAH y artículos sobre variabilidad genética de las poblaciones antes citadas) y discusión de las metodologías para integrar ambos tipos de perspectivas (la etnohistórica y la genética-demográfica). Refinamiento de los fenómenos a analizar en relación a procesos culturales y demográficos de diferente rango temporal. 2. Diseño de muestreo de las regiones de acuerdo a las hipótesis e intereses planteadas desde la visión de los etnohistoriadores y antropólogos sociales que trabajan la región. Se considera colectar muestras de al menos 3 comunidades de cada grupo étnico intentando incluir en la medida de lo posible diferentes tipos de comunidades en cuanto a su aislamiento y movilidad para evitar en lo posible sesgos excesivos en el muestreo. 3. Trabajo de campo. Contacto en las comunidades mencionadas, comunicación de los objetivos del proyecto a las autoridades municipales, convocatoria para llevar a cabo el muestreo, toma de muestras y trabajo etnográfco (aplicación de encuestas, entrevistas, revisión de archivos municipales, etcétera). 4. Trabajo de laboratorio y análisis estadístico. Análisis de marcadores genéticos (primera etapa, marcadores para estimar herencia indígena, europea y africana; segunda etapa análisis de marcadores genéticos a nivel masivo para calcular distancias genéticas a partir del componente indígena y medir el grado de parentesco entre individuos de cada población y entre poblaciones). 5. Elaboración de informes, ponencias, manuscritos y tesis.
El estudio de ambas regiones, a través del material genético de sus respectivas poblaciones, se revela imprescindible, toda vez que se trata de una región pluriétnica en la que se reconocen cuatro de las once familias lingüísticas de origen amerindio, con presencia en México y que de un modo u otro han perfilado lo que se conoce como Mesoamérica: las familias lingüísticas mayense, yuto-nahua, totonacana, y oto-mangue que por azares de la historia han convergido en sus montañas y selvas, haciendo tanto de la Huasteca como de la Sierra Norte de Puebla, algo único. Este proyecto abre un espacio importante para generar una mayor integración entre enfoques antropológicos altamente especializados, en ese sentido su conenido es innovador al mismo tiempo que coherente con el enfoque integral de las ciencias antropológicas.
Folio SIP
20111
Fecha de inicio
2017-02-01
Fecha de término
2020-02-02
Categoría
Unidad Administrativa
Área normativa