Premio
2022
Neogótico en Jalisco. Guía básica para la apreciación del entorno cultural
La arquitectura de estilo neogótico tiene una notable presencia en México. Hoy podemos afirmar, tras más de una década investigando (ver apartado 4, currículum del autor), que hay 488 ejemplos en todo el país (iglesias construidas exprofeso, refacciones exteriores, decoraciones interiores, anexos como torres, neogótico en construcciones civiles, cementerios y panteones y en iglesias no católicas). Muchos de ellos se construyeron entre las tres últimas décadas del siglo XIX y las tres primeras del XX, aun cuando, se continuaron construyendo ejemplos a lo largo del siglo XX e incluso, hasta nuestros días. Mayoritariamente, fue un estilo usado por la Iglesia católica, quién construyó pequeñas capillas, parroquias, catedrales de gran tamaño y refaccionó muchos otros templos. También, fue usado por iglesias protestantes de distinto signo, que se iban asentando en el solar mexicano. Asimismo, aunque en menor proporción, el estilo neogótico se dejó sentir en la obra civil, tanto en casas y mansiones de las élites económicas como en otras infraestructuras como hospitales, bancos, escuelas o en los portales de varias plazas principales.
En Jalisco es donde encontramos la más alta concentración de arquitectura neogótica de México. Más de 84 ejemplos que supone el 20% del total. De hecho, parece entreverse que fue en Jalisco donde este estilo empezó a expandirse y desarrollarse en México con fuerza. Las torres de la catedral de Guadalajara, proyectadas del arquitecto Manuel Gómez Ibarra y realizadas entre 1851 y 1854 son prueba de ello. Mismas que se imitaron en varios templos de Jalisco y estados vecinos.
Además de ello, en el solar jalisciense localizamos grandes templos como el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de Guadalajara, construido entre 1901 y 1972 o el Templo de San José Obrero en Arandas. Parroquias como la de Nuestra Señora del Refugio, o la del Padre Galván ambas en Guadalajara. La última, la del Padre Galván cuenta con una decoración exterior neogótica que hoy resulta el mejor ejemplo de la capacidad de interpretación de este estilo en clave mexicana. Fuera de la capital tapatía hay varias más: la de Santa María de Guadalupe en Degollado, iniciada en 1865 y concluida en1911; el templo de San Antonio de Padua en Ciudad Guzmán. En Autlán de Navarro encontramos la iglesia de la Purísima Concepción iniciada en 1898 y en Encarnación Díaz, al norte de Jalisco, localizamos el del templo del Señor San José en la hacienda de Los Sauces, iniciado en 1882 y sufragado por el empresario y hacendado local Manuel Jacinto Guerra Alba.
También, lo encontramos en la decoración interior de algunos templos, ya sea en altares, retablos u otros elementos decorativos. De entre estos destacan la Capilla del Calvario en Atotonilco Alto, diseñada por el ingeniero italiano Adamo Boari en 1899 y decorada primorosamente por el pintor jalisciense José Vizcarra. Otro ejemplo es el bello retablo del altar mayor de la capilla del convento de Santa Teresa en Guadalajara, restaurado en 2015, probablemente, uno de los más llamativo en ese estilo de todo México.
Igualmente, hay un neogótico que se deja ver en la arquitectura civil con ejemplos como el del hospital del Sagrado Corazón de Jesús iniciado en 1887 en el tapatío barrio de Analco o la casa del Doctor Félix Ramos en Sayula, hoy, en parte, rehabilitada. Un estilo que encontramos embelleciendo los portales en plazas y parianes en varios municipios del sur del estado (Ejutla, Atoyac, Tecalitlán, Tonilá, San Gabriel, Ciudad Guzmán, Sayula, etc.) y en unos pocos en la vecindad con Michoacán, como en La Barca. Finalmente, también lo encontramos en panteones y tumbas de varios cementerios, con ejemplos notables como el mausoleo de la familia Gallardo en el panteón de Mezquitán o varias tumbas del panteón de Belén, ambos en Guadalajara.
La presencia de estilo en Jalisco se puede explicar por varios factores. Probablemente el más importante es el papel de la archidiócesis de Guadalajara en contra de las normas anticlericales dictadas por el Estado mexicano (en los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada) lo que supuso la exclaustración de conventos y el despojo de propiedades eclesiales en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XIX. Así, cuando las condiciones se dulcificaron con el arribo al poder del general Porfirio Díaz, los agentes de la Iglesia jalisciense detonan una notable actividad que implicará la construcción de templos, la reconstrucción de los dañados, refacciones y restauraciones varias, la creación de nuevas vicarías y parroquias, la aparición de órdenes religiosas dedicadas a la educación y a la ayuda a los más necesitados y también, el desarrollo de movimientos católicos para seglares que con el tiempo participaran en la política activa. Todo ello será posible por el papel destacado de las directrices que darán los arzobispos de Guadalajara nombrados entre mediados del siglo XIX y la primera mitad del XX. Esas directrices serían atendidas por sacerdotes, presbíteros y miembros de órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Serán éstas las que explican la edificación de varias iglesias o la refacción de templos, muchos en estilo neogótico.
No obstante, las más de las veces, esos agentes de la Iglesia debieron colaborar y adoptar las indicaciones y los proyectos que arquitectos, ingenieros o alarifes desarrollaban para sus templos. Así, encontramos la participación en el diseño de algunos templos neogóticos de ingenieros formados en la Escuela de Ingeniería de Jalisco. Ese será el caso de Manuel Pérez Gómez y de Salvador Collado Jasso (1859-1909), que desarrollaron dos de los tres proyectos para el templo Expiatorio de Guadalajara o el del ingeniero Jesús Araiza quien proyecta la parroquia de la Purísima Concepción en Autlán de Navarro. Como una excepción en este panorama debemos considerar el proyecto del ingeniero italiano Adamo Boari para el Expiatorio de Guadalajara, o el del santuario a la Virgen del Carmen por él proyectado en Atotonilco Alto y que es hoy, la actual capilla de El Calvario. Ya en el siglo XX encontramos los obras proyectadas y dirigidas por arquitectos destacados de la llamada Escuela de Arquitectura de Jalisco, como Ignacio Díaz Morales Álvarez Tostado (quien concluye el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de Guadalajara y dirigirá por años las obras del de San José Obrero en Arandas) y de Pedro Castellanos Lambley, proyectista del templo de Nuestra Señora del Rosario o del padre Galván. Igualmente, en Jalisco, se detecta la actividad de maestros de obra y alarifes locales como por ejemplo José Hermenegildo Lepe Isabel (1846-1925) quién diseña la iglesia de San Antonio de Padua, en Ciudad Guzmán o de artesanos de la cantera o de la madera como el ebanista Inocencio Aguirre Magdaleno que dejará en el Santuario de Jesús María y José en Encarnación de Díaz, algunos de los altares neogótico más bellos del país.
Con todo ello, podemos decir que el análisis de la arquitectura neogótica en Jalisco nos ha permitido indagar en una serie de microhistorias de muchos de sus municipios que conectadas entre sí forman la historia de este estado y también, la de México. Esas historias locales nos permiten establecer las relaciones económicas, sociales, religiosas e intelectuales de los actores propiciadores de esta arquitectura (obispos, clérigos, ingenieros, arquitectos, maestros de obra, feligresía, intelectuales, etc.).
Finalmente, hay que señalar la visión geográfica, dada la formación del autor del libro, que impregna el libro, Esa visión se mezcla con numerosos datos arquitectónicos, históricos y artísticos localizados en archivos, bibliotecas, bibliografía de historia local, observación de campo, etc. Así, por primera vez, en México, este libro presenta una mapificación de la extensión del estilo neogótico en todo el país (págs. 33 y 34) y en Jalisco (pág.45),
Esta monografía, asimismo, POR PRIMERA VEZ DE FORMA ESPECÍFICA Y DESCRIPTIVA, explica con detalle el origen y desarrollo de la arquitectura neogótica en México y en Jalisco, aquí a través de varios textos generalistas y de otros tantos, relativos a 18 ejemplos. Mismos que ponen las bases para que su consideración como patrimonio cultural ahora pueda ser divulgada con información fehaciente y veraz.
El libro: Neogótico en Jalisco, Guía básica para la apreciación del entorno cultural edificado, ha sido escrito por el Doctor en geografía humana: Martín M. Checa-Artasu, profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa y es un producto más de más de una década de investigación en torno a esta arquitectura por parte del autor (Ver apartado 4 CV del autor). Ha sido editado por la editorial Arquitónica con el apoyo del Instituto Libre de Arquitectura de Jalisco AC (ESARQ) y el apoyo económico del programa PROYECTA PRODUCCIÓN 2021 de la Secretaría de Cultura de Jalisco.
En Jalisco es donde encontramos la más alta concentración de arquitectura neogótica de México. Más de 84 ejemplos que supone el 20% del total. De hecho, parece entreverse que fue en Jalisco donde este estilo empezó a expandirse y desarrollarse en México con fuerza. Las torres de la catedral de Guadalajara, proyectadas del arquitecto Manuel Gómez Ibarra y realizadas entre 1851 y 1854 son prueba de ello. Mismas que se imitaron en varios templos de Jalisco y estados vecinos.
Además de ello, en el solar jalisciense localizamos grandes templos como el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de Guadalajara, construido entre 1901 y 1972 o el Templo de San José Obrero en Arandas. Parroquias como la de Nuestra Señora del Refugio, o la del Padre Galván ambas en Guadalajara. La última, la del Padre Galván cuenta con una decoración exterior neogótica que hoy resulta el mejor ejemplo de la capacidad de interpretación de este estilo en clave mexicana. Fuera de la capital tapatía hay varias más: la de Santa María de Guadalupe en Degollado, iniciada en 1865 y concluida en1911; el templo de San Antonio de Padua en Ciudad Guzmán. En Autlán de Navarro encontramos la iglesia de la Purísima Concepción iniciada en 1898 y en Encarnación Díaz, al norte de Jalisco, localizamos el del templo del Señor San José en la hacienda de Los Sauces, iniciado en 1882 y sufragado por el empresario y hacendado local Manuel Jacinto Guerra Alba.
También, lo encontramos en la decoración interior de algunos templos, ya sea en altares, retablos u otros elementos decorativos. De entre estos destacan la Capilla del Calvario en Atotonilco Alto, diseñada por el ingeniero italiano Adamo Boari en 1899 y decorada primorosamente por el pintor jalisciense José Vizcarra. Otro ejemplo es el bello retablo del altar mayor de la capilla del convento de Santa Teresa en Guadalajara, restaurado en 2015, probablemente, uno de los más llamativo en ese estilo de todo México.
Igualmente, hay un neogótico que se deja ver en la arquitectura civil con ejemplos como el del hospital del Sagrado Corazón de Jesús iniciado en 1887 en el tapatío barrio de Analco o la casa del Doctor Félix Ramos en Sayula, hoy, en parte, rehabilitada. Un estilo que encontramos embelleciendo los portales en plazas y parianes en varios municipios del sur del estado (Ejutla, Atoyac, Tecalitlán, Tonilá, San Gabriel, Ciudad Guzmán, Sayula, etc.) y en unos pocos en la vecindad con Michoacán, como en La Barca. Finalmente, también lo encontramos en panteones y tumbas de varios cementerios, con ejemplos notables como el mausoleo de la familia Gallardo en el panteón de Mezquitán o varias tumbas del panteón de Belén, ambos en Guadalajara.
La presencia de estilo en Jalisco se puede explicar por varios factores. Probablemente el más importante es el papel de la archidiócesis de Guadalajara en contra de las normas anticlericales dictadas por el Estado mexicano (en los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada) lo que supuso la exclaustración de conventos y el despojo de propiedades eclesiales en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XIX. Así, cuando las condiciones se dulcificaron con el arribo al poder del general Porfirio Díaz, los agentes de la Iglesia jalisciense detonan una notable actividad que implicará la construcción de templos, la reconstrucción de los dañados, refacciones y restauraciones varias, la creación de nuevas vicarías y parroquias, la aparición de órdenes religiosas dedicadas a la educación y a la ayuda a los más necesitados y también, el desarrollo de movimientos católicos para seglares que con el tiempo participaran en la política activa. Todo ello será posible por el papel destacado de las directrices que darán los arzobispos de Guadalajara nombrados entre mediados del siglo XIX y la primera mitad del XX. Esas directrices serían atendidas por sacerdotes, presbíteros y miembros de órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Serán éstas las que explican la edificación de varias iglesias o la refacción de templos, muchos en estilo neogótico.
No obstante, las más de las veces, esos agentes de la Iglesia debieron colaborar y adoptar las indicaciones y los proyectos que arquitectos, ingenieros o alarifes desarrollaban para sus templos. Así, encontramos la participación en el diseño de algunos templos neogóticos de ingenieros formados en la Escuela de Ingeniería de Jalisco. Ese será el caso de Manuel Pérez Gómez y de Salvador Collado Jasso (1859-1909), que desarrollaron dos de los tres proyectos para el templo Expiatorio de Guadalajara o el del ingeniero Jesús Araiza quien proyecta la parroquia de la Purísima Concepción en Autlán de Navarro. Como una excepción en este panorama debemos considerar el proyecto del ingeniero italiano Adamo Boari para el Expiatorio de Guadalajara, o el del santuario a la Virgen del Carmen por él proyectado en Atotonilco Alto y que es hoy, la actual capilla de El Calvario. Ya en el siglo XX encontramos los obras proyectadas y dirigidas por arquitectos destacados de la llamada Escuela de Arquitectura de Jalisco, como Ignacio Díaz Morales Álvarez Tostado (quien concluye el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento de Guadalajara y dirigirá por años las obras del de San José Obrero en Arandas) y de Pedro Castellanos Lambley, proyectista del templo de Nuestra Señora del Rosario o del padre Galván. Igualmente, en Jalisco, se detecta la actividad de maestros de obra y alarifes locales como por ejemplo José Hermenegildo Lepe Isabel (1846-1925) quién diseña la iglesia de San Antonio de Padua, en Ciudad Guzmán o de artesanos de la cantera o de la madera como el ebanista Inocencio Aguirre Magdaleno que dejará en el Santuario de Jesús María y José en Encarnación de Díaz, algunos de los altares neogótico más bellos del país.
Con todo ello, podemos decir que el análisis de la arquitectura neogótica en Jalisco nos ha permitido indagar en una serie de microhistorias de muchos de sus municipios que conectadas entre sí forman la historia de este estado y también, la de México. Esas historias locales nos permiten establecer las relaciones económicas, sociales, religiosas e intelectuales de los actores propiciadores de esta arquitectura (obispos, clérigos, ingenieros, arquitectos, maestros de obra, feligresía, intelectuales, etc.).
Finalmente, hay que señalar la visión geográfica, dada la formación del autor del libro, que impregna el libro, Esa visión se mezcla con numerosos datos arquitectónicos, históricos y artísticos localizados en archivos, bibliotecas, bibliografía de historia local, observación de campo, etc. Así, por primera vez, en México, este libro presenta una mapificación de la extensión del estilo neogótico en todo el país (págs. 33 y 34) y en Jalisco (pág.45),
Esta monografía, asimismo, POR PRIMERA VEZ DE FORMA ESPECÍFICA Y DESCRIPTIVA, explica con detalle el origen y desarrollo de la arquitectura neogótica en México y en Jalisco, aquí a través de varios textos generalistas y de otros tantos, relativos a 18 ejemplos. Mismos que ponen las bases para que su consideración como patrimonio cultural ahora pueda ser divulgada con información fehaciente y veraz.
El libro: Neogótico en Jalisco, Guía básica para la apreciación del entorno cultural edificado, ha sido escrito por el Doctor en geografía humana: Martín M. Checa-Artasu, profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa y es un producto más de más de una década de investigación en torno a esta arquitectura por parte del autor (Ver apartado 4 CV del autor). Ha sido editado por la editorial Arquitónica con el apoyo del Instituto Libre de Arquitectura de Jalisco AC (ESARQ) y el apoyo económico del programa PROYECTA PRODUCCIÓN 2021 de la Secretaría de Cultura de Jalisco.