Premio
2023
La fragilidad de las armas. Reclutamiento, control y vida social en el ejército en la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX
El ejército mexicano del siglo XIX ha sido estudiado desde los enfoques de la historia política y militar. Esta historiografía nos ha develado la difícil conformación y consolidación de esta institución que a su vez iba de la mano con los avatares del naciente Estado. Por ejemplo, en algunas investigaciones se han trabajado las complejas relaciones que se vivieron entre los altos mandos del ejército y las autoridades tanto estatales como locales del país al momento del reclutamiento, puesto que los primeros solicitaban el envío de un contingente de hombres aptos para la guerra por estado, mientras que los segundos, en un afán de no perder autonomía frente al gobierno central, o por el miedo de fortalecer a tropas con las que después podrían reprimirlos, mandaban gente sin pericia alguna en las labores castrenses. Otros historiadores han puesto su mirada en el desarrollo que el ejército tuvo en las guerras civiles e intervenciones extranjeras, así como en los comportamientos y la toma de decisiones que ciertos militares tuvieron en las contiendas bélicas. Sin embargo, ¿qué se sabe de quienes dieron forma a estos contingentes?, ¿quiénes eran?, ¿de dónde venían?, ¿cómo era su vida diaria en los cuarteles? Este libro intenta responder estas preguntas. Es una historia que pone el acento en las relaciones cotidianas y de poder que vivían los soldados con sus jefes inmediatos y sus pares; relaciones cargadas de violencia física y verbal, pero que también estuvieron ancladas en la confianza y la solidaridad.
Si bien el sueño de la elite militar fue contar con un ejército profesional, disciplinado, bien armado y abastecido, lo cierto es que ese ideal se estrelló con la realidad y lo que se tenía era gente enviada por la fuerza, sin interés por el servicio militar y, en no pocas ocasiones, con una familia que debía llevar consigo. Sin embargo, aun y con todos estos pormenores, México siempre tuvo un ejército al frente de todos los conflictos bélicos que vivió a lo largo del siglo XIX. En otras palabras, si el ejército salió avante fue gracias a los mecanismos informales generados por su propia debilidad institucional pues, ante la necesidad de efectivos para la guerra y la renuencia de los hombres por prestar servicio, se hizo uso de la leva; si los soldados delinquían, e incluso reincidían en alguna falta, la opción fue pasar por alto la transgresión o aplicar la justicia discrecionalmente con tal de tener siempre gente en las compañías; si había escasez de víveres en el cuartel, se brindó la posibilidad de que sus miembros salieran a la calle, o bien, familiares o comerciantes entraran a suministrárselos.
A partir del estudio de los expedientes judiciales militares, códigos, circulares y decretos del Ministerio de Guerra, así como también de prensa, diarios, tesis de medicina y demás soportes documentales, el trabajo da cuenta de que para tener en pie al ejército se contó con la colaboración de agentes externos a él (mujeres y comerciantes principalmente) y sus miembros siempre estuvieron en contacto permanente con la población. En ese sentido, el objetivo de este libro es reflexionar que el ejército se estableció no únicamente a partir de la normativa impuesta por las autoridades, sino también de la práctica cotidiana de sus miembros.
Si bien el sueño de la elite militar fue contar con un ejército profesional, disciplinado, bien armado y abastecido, lo cierto es que ese ideal se estrelló con la realidad y lo que se tenía era gente enviada por la fuerza, sin interés por el servicio militar y, en no pocas ocasiones, con una familia que debía llevar consigo. Sin embargo, aun y con todos estos pormenores, México siempre tuvo un ejército al frente de todos los conflictos bélicos que vivió a lo largo del siglo XIX. En otras palabras, si el ejército salió avante fue gracias a los mecanismos informales generados por su propia debilidad institucional pues, ante la necesidad de efectivos para la guerra y la renuencia de los hombres por prestar servicio, se hizo uso de la leva; si los soldados delinquían, e incluso reincidían en alguna falta, la opción fue pasar por alto la transgresión o aplicar la justicia discrecionalmente con tal de tener siempre gente en las compañías; si había escasez de víveres en el cuartel, se brindó la posibilidad de que sus miembros salieran a la calle, o bien, familiares o comerciantes entraran a suministrárselos.
A partir del estudio de los expedientes judiciales militares, códigos, circulares y decretos del Ministerio de Guerra, así como también de prensa, diarios, tesis de medicina y demás soportes documentales, el trabajo da cuenta de que para tener en pie al ejército se contó con la colaboración de agentes externos a él (mujeres y comerciantes principalmente) y sus miembros siempre estuvieron en contacto permanente con la población. En ese sentido, el objetivo de este libro es reflexionar que el ejército se estableció no únicamente a partir de la normativa impuesta por las autoridades, sino también de la práctica cotidiana de sus miembros.