La frontera norte de México es un escenario privilegiado del proceso de globalización mundial que responde básicamente a la internacionalización del capital y a sus efectos en otras esferas sociales además de la económica. El Estado-Nación mexicano se ha convertido en un receptáculo de espacios globales entendiendo por ello una serie de porciones del territorio que responden a la lógica del capital internacional. Debido a ello el Estado mexicano se ha visto compelido a ceder parte de su soberanía y otorgar un poder decisivo a organismos internacionales que representan el embrión de un Estado transnacional representado por organizaciones como Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Comisión Trilateral, la Unión Europea y otras. La frontera norte es uno de los espacios globales más característicos porque en ella influyen de manera decisiva las compañías transnacionales que correlativamente a su poder económico generan una serie de transformaciones en las esferas políticas, sociales y culturales. En este marco, los habitantes de esa región se definen por personalidades de carácter cada vez más complejo debido a que sus identidades poseen un carácter múltiple y exploratorio en un marco de pluriculturalidad que frecuentemente da lugar a conflictos de diversa índole.