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El sueño universalista de Maximiliano I de México. Dioses, faraones y jeroglíficos egipcios en el Anáhuac.
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Desde que el emperador Maximiliano desembarcó de la fragata SMS Novara en el puerto de Veracruz, el 28 de mayo de 1864, consideró que México contaba con todos los elementos necesarios para estar a la par con las grandes potencias internacionales en los campos de las ciencias y las artes; por esta razón emprendió acciones para fortalecer las instituciones culturales del país. Uno de sus más ambiciosos proyectos fue trasladar las obras del Museo Nacional Mexicano del edificio de la Real y Pontifica Universidad al inmueble de la antigua Casa de Moneda para crear el Museo Público de Historia Natural, Arqueología e Historia. Para el emperador el museo era una poderosa herramienta para reafirmar la identidad nacional y transmitir los ideales del Segundo Imperio Mexicano; muestra de ello fue su afán en implementar medidas para que las colecciones arqueológicas del museo se incrementasen. Con este propósito financió varias expediciones al interior del país, pero su voluntad ilustrada y universalista no se restringía tan sólo al plano local; ya que también pretendió dotar al insigne museo de la calle de Moneda N. 13 con una colección de más de 1,200 obras del antiguo Egipto, la cual arribó a Veracruz, en el año de 1867, pero debido a la infortunada situación política del momento nunca pudo desembarcar. En este artículo expongo algunos de los más interesantes hechos de esta historia -que aún no ha sido suficientemente estudiada- y reviso el papel que tuvo la naciente egiptología en el ámbito intelectual de la época, con el fin de comprender el contexto en el que se desarrolló el interés de Maximiliano por la arqueología mexicana; el cual ayudó a la consolidación de una de las instituciones culturales más importantes del país.
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